jueves

Cositas de papá (V) - The final countdown

          Mi padre hacía llorar a mi madre por diversión. Cuando lo decidía, iniciaba un juego erótico de una sencillez espantosa y de una correspondencia temible. Papá se acercaba a mamá y le decía: "A ver, Susana: Uno... Dos... ¡Tres!" y castañeteaba los dedos.

          Entonces mi madre parpadeaba y lloraba, así, por la mera fuerza del predominio moral. Mi papá, al ver las primeras lágrimas, reía con sonoridad lúgubre e instaba a los demás a festejar el fenómeno. Mientras todos (¡Dios mío, yo también!) celebrábamos el episodio, mamá miraba a su humillador de reojo y le dirigía una sonrisa masoquista de complacencia.

          Otra manera que tenía mi padre de hacer llorar en forma instantánea a mamá era diciéndole "huevo frito". La locución, en apariencia inofensiva, detonaba en ella el recuerdo de sus días de infancia, cuando eran muy pobres y no le prodigaban cariño y cada vez que tenía hambre mi abuela le hacía un sánguche de huevo frito, porque otra cosa no había o porque la estúpida no podía pensar en darle otra cosa, según la calificación de mi padre.

          Entonces, ahí también, mamá parpadeaba, dejaba salir unas lágrimas y luego, exhibiéndolas a su deseado flagelador, sonreía.