sábado

Calor y porquería

          Vos pensá que no existe ningún hombre de ciencia que haya aportado algo significativo a la Humanidad y que haya salido de algún país de clima cálido. Sí, ya sé, me vas a decir “Jesús”, y yo te contesto: hombre de ciencia. Decime YA un científico africano. Decime un científico brasileño. Decime uno ecuatoriano, uno filipino. Ya que decís (porque te lo dijeron todos) que en Cuba están los mejores médicos, decime a ver el nombre de un médico cubano que haya aportado algo a la historia de la Medicina. Aaaah, ¿viste? Sí, sí, en algún libro de por ahí figura uno que inventó no sé qué cosa. Pero te puedo contestar con dieciséis mil alemanes, y eso que para mí Alemania toda es el país al que más pánico hay que tenerle en el Universo, más que a los invasores de Marte si los hubiera. La Humanidad no progresa donde hay calor, porque precisamente el calor enciende todo lo contrario de la quietud reflexiva: el funcionamiento de las gónadas, el de las glándulas sudoríparas, el de las bolas, las ideas de muerte violenta, los ritmos chillones de baile al borde del paroxismo, los colores fuertes y contrastantes de la seducción más copulativa; es decir, todo lo que NO necesita un filósofo.

          Pero a la porquería de acá le encanta el calor. Cuando hace más de 30° los locutores de noticiero que están adiestrados para que la gente no proteste te dicen: “hermoso día” o “día espléndido”, cuando en realidad el sol a pleno, los humos de los colectivos, el subte (¡Dios mío, el subterráneo en verano!) y la enorme cantidad de masa de porquería que deambula por las veredas creyendo estar haciendo cosas que tienen valor en sí, lo tornan todo un guiso insoportable donde la temperatura juega nada menos que el peor papel.

          Pero como a la clase media se le subió la mística de la maternidad/paternidad a la cabeza, y justamente el calor te hace calentar los testículos y las papilas vaginales y ebullir todas las entrepiernas, entonces bienvenido sea el calor, dicen todos. Es como lo que se ofrece para que los boludos compren: cuanto más te hagan copular, mejor, y el calor es sin lugar a dudas el disparador número uno del ayuntamiento carnal.

          Y esto porque la cópula entre humanos es un evidente medio de control social. Te lo voy a explicar, porque ya estás diciendo “no, no”. Todo lo que existe da displacer. Incluso este mismo displacer es provocado adrede por los que gobiernan y por los que le chupan el culo a los que gobiernan, y por las instituciones chupaculos y por los empleados chupaculos de las instituciones. Todo da displacer: las medidas económicas, los impuestos, el funcionamiento (cuando funcionan) de TODOS los servicios públicos, los senadores, los diputados, los vecinos, los ómnibus de corta, media y larga distancia; los ex de tu mujer, las barreras de tren, los que van adentro del tren, la manera en que se deterioran las plazas públicas sin que nadie mueva el orto para aplicar eficientemente el presupuesto –porque no le interesa-, la cantidad de porquería que hay los domingos en las plazas públicas, el tiempo que tarda cualquier trámite de mierda, el tiempo, los taxistas chorros, los plomeros mentirosos, los administradores de consorcio ladrones, los empleados públicos que se rascan las pelotas, los gremialistas ladrones, los ignorantes que no entienden una sola puta cosa, la infidelidad dentro y fuera del matrimonio, los exámenes, los examinados, los peligros de que te afanen el auto o la casa o la vida o de que le toquen el culo a tu mujer o a tus hijos o a que se enferme tu vieja o tus hijos o vos. El solo riesgo ya es una mierda, y riesgos hay en todos lados, igual que abogados, que lo más probable es que participen de esa misma esencia. Por si esto fuera poco, la clase media –que está degradada por voluntad propia, hecha mierda, pero hecha mierda mal en serio- se la agarra además con los extranjeros: para este grupo social son subrazas los bolivianos, los peruanos, los chilenos, los yanquis de clase media (¡sí! ¡comprobalo!), los gallegos, los italianos, los chinos, los coreanos, los japoneses que emigran, los taiwaneses, los negros de África que venden cadenitas en la calle; y también se la agarra con los de otras provincias: hace un ghetto lingüístico con los “negros” del conurbano bonaerense, con los correntinos, con los cordobeses, con los mendocinos, con los jujeños (a los que odian igual que a los bolivianos), con los salteños. A los santiagueños les dice que son vagos; a los cordobeses, mentirosos y que dicen chistes graciosos pero boludos; a los que trabajan en el campo, ignorantes; a los mendocinos, borrachos y amigos de los chilenos; a los jujeños, negros coqueros que viven en pedo y no laburan; a los formoseños y chaqueños, indios que no tienen la menor idea de la civilización. La única provincia que piensan que le va bien es San Luis, no sé por qué; igual, no tienen la más puta idea de lo que es San Luis, salvo los que fueron a un invento que se llama Merlo donde los cagan vendiéndoles supuesta “naturaleza” a precio de vivero artificial. Para la mierda que es la clase media porteña los bolivianos son esclavos, los peruanos son chorros, los paraguayos son vagos y las paraguayas son trabajadoras pero son putas; los uruguayos se la pasan tomando mate y por eso son inofensivos, los brasileños son ignorantes salvo los que tienen guita, que según ellos son unos hijos de mil puta igual que los de acá; los ecuatorianos y colombianos están hechos mierda en sus países y no saben para qué carajo pueden servir más que para drogarse o delinquir de alguna manera; ni hablar de cualquier centroamericano, “negros” raros de los que dudan por las dudas. Y también se meten con Europa, aunque resulte risueño y absurdo: la clase media porteña es orgullosamente consciente de que a la Argentina llegó lo peor de la inmigración, porque los mejores se fueron a E.E.U.U., y además los que se tuvieron que venir tuvieron que venirse porque no tenían la más mínima capacidad de conseguir un puto pedazo de pan allá donde vivían. Eso te lo puede decir cualquier taxista, que entre paréntesis es una de las profesiones más generadoras de porquería nazi vernácula de esta ciudad que se dice una de las principales de América.

          Así que todo es una gran mierda por donde quieras mirarlo. No te van a respetar cuando cruces la calle; si hay alguien en moto, es seguro que tus prejuicios te van a indicar que en un rato te afana y sale rajando; ya siendo más de las diez de la noche no hay que moverse de la casa, a ver si te violan o te chorean; ni se te ocurra mandar los chicos a la escuela del Estado porque la misma directora te dice que como se llenó de chicos bolivianos, hay que “nivelar para abajo”, porque si no repiten todos, así que preparate para garpar un mínimo de $ 600 por mes para que ese hijo al que le pusiste nombre de moda como a diez mil más de su especie (por ejemplo, Bautista o Valentina) tenga una escolaridad normal, la misma que por ejemplo tuve yo en la escuela del Estado cuando todos se tomaban en serio su trabajo. Y hay más, hay más. Supuestamente no se pueden comprar alimentos refrigerados en los supermercados de los coreanos porque parece que para ahorrar apagan las heladeras a las 10 de la noche y la vuelven a prender a las 8 cosa que no te des cuenta y así se caga la “cadena de frío”, que nadie sabe bien qué es; no podés tener una medicina prepaga seria porque ni te cubre el dentista ni te cubre algo que sea muy caro, como si te tienen que trasplantar una córnea o si te agarra sida; te ves en la encrucijada absurda de no poder matar al que te está por matar, porque o te cobran tenencia de arma de fuego o te mandan en cana más de diez años y encima según la cosmovisión pelotudísima que tiene esta clase de mierda “los chorros y los asesinos entran por una puerta y salen por la otra”, frase que dicen todos los días sin tener la más puta idea de lo que significa un proceso penal. Pero eso sí, cuando algún vecino de segundo “B” les hace una denuncia por ruidos molestos o por amenazas (es muy común que entre la clase media se amenacen con matar el perro, por ejemplo), bueno, ahí ponen una cara de inocentes de toda la vida que te juro que, yo que los he visto, me da vergüenza ajena. Vienen a hablarte a ver qué se puede hacer con esas remeras compradas en bateas de descuento, en bermudas y zapatos sin medias, con un sobrepeso vergonzoso, con anteojos de obra social y vidrio verde o gris y el pelo también hecho mierda como la esposa, que se pliega todas las veces al discurso de indignación del marido en eso que para ellos es una causa superlativa, me da tanto asco, tanto asco, vienen a ver qué se puede hacer porque el vecino me hizo una denuncia porque dice que el perro ladra y te aseguran que el perro no ladra, y cuando vas a ver al perro te da una sensación tan grande de que ese perro hijo de mil puta y mañero cuadra tan pero tan bien con la idiosincracia de esa pareja cincuentona de clase media hecha mierda, que dudás entre aconsejar o gritarles en la cara destruida por cuarenta y pico de años de vapores de cigarrilo que se vayan a la reputísima madre que los re mil parió, que vayan a buscar ayuda a la única hija que tienen, que se culea a un boludo del que ellos están conformes porque es empleado y gana más de cierta guita, pero que se desentiende totalmente de esos padres que ahora ves ahí, en la antesala de la desesperación, pidiendo a gritos algún abogado barato y rompiéndoles las pelotas a todo el mundo porque hubo alguien que no se aguantó la mugre que son y los denunció vía perro.

          A toda esa porquería le encanta el calor. En la época de frío se quejan: como su pobreza espiritual es tan grande, no saben qué carajo hacer los días de invierno que anochece a las cinco y media de la tarde. Además no quieren gastar gas. Sí, te parecerá una exageración, pero te aseguro que es así. Se enfrentan todos los años a la disyuntiva de pagar un millón de gas o instalar estufas de cuarzo eléctricas y pagar lo mismo, pero de luz, aunque en realidad nunca saben si no les va a salir más caro de luz que de gas y eso los desespera como en una película de neorrealismo italiano, como ésa en la que al tipo le roban la bicicleta que le prestaron. Son una mierda, una mierda, son una mierda. Y morfan... no te cuento; y viven quejándose de que hace frío.

          Pero cuando llega el calor... ¡agarrate! ¡Viva la joda! Desde todos lados les van mostrando culos: los programas de televisión, los teatros de revistas, las revistas, las películas que estrenan en verano. Culos y tetas que vienen soplados por la Rosa de los Vientos. Hasta las mujeres se calientan con los culos y las tetas de las otras mujeres. Cuelgan carteles con minas en corpiño y bombacha en la 9 de Julio, en la Lugones, en Rivadavia y Acoyte, en Liniers, en Recoleta. Y a todos les agarra unas ganas de aparearse que da asco. Empiezan a copular, a copular, a darle, fogoneados por todas las voces que les dicen que está bien, que le sigas dando. Algunos, que son los que ya no aguantaron más y se aprestan a cumplir las directivas del discurso oficial, con el sí en la conciencia y los genitales a babeo la hacen más refinada: esperan a ver cuándo les dan vacaciones para empezar a coger perdidamente la última semana, cosa de no perderse las vacaciones embarazados. A “coger y acabar adentro” le dicen “buscar”, a “preñarse” le dicen “quedar”, a la idea de querer todo eso en una fecha y un espacio determinado le llaman “planificación familiar”; y yo a todo ese glosario lo llamo “mierda”, como así también a los hablantes que lo cultivan y lo masifican como código de pertenencia.

          Ahora bien, como te dije antes, todo esto es claramente una maniobra de control social. Porque, ¿qué mejor para un tipo que te rompe el culo todos los días, que te exprime todo lo que le podés dar y te pide siempre más, que si puede te saca todo, que te hace tener que aguantar los dolores más injustos y las privaciones más inmerecidas, qué mejor que el hecho de que tu propio cuerpo venga con los mecanismos de generación de placer más grande que hay, y que vos te convenzas de que tenés “un espacio” donde no sólo nadie te hace nada, sino que, además, todo te hace sentir placer y es una especie de bálsamo de todo lo que te hace mal? Si tu jefe es un hijo de puta, ahí está tu macho que te la hace pasar bien. Si al presidente se le ocurre que todo tiene que valer el doble, ahí está tu esposa que a la vez es Doña Petrona en la cocina, una paranoica descosida limpiando la casa y una puta reventada en la cama. Si te afanaron en la calle porque nadie toma una mínima medida contra el tsunami delictivo, ahí está la posibilidad de que te levantes una mina y te la recontracojas un día de éstos. Total, hay que vivir el presente, te dicen en la televisión y en la radio. Y si no te gustan los del otro sexo, nou próblem: aprestate a que te fogoneen el orto para que empieces a ser homosexual, seas del sexo que seas. Lo importante es buscarse el placer por uno mismo, porque el que te explota, el que te rompe las ilusiones, el que te quita la guita que te tendría que estar dando como justo pago por tu desmesurado esfuerzo y perpetua todo ese estado de cosas para mal tuyo, de tu posteridad y de los hijos de los hijos de tus hijos, ése no se hace cargo de nada. Ése es el que te coge a vos, que te decís cogedor.

          Por eso el gusto de la clase media por el calor es la prueba más contundente de su miseria. Con el calor la clase media puede encamarse a gusto, abrir la usina de su propio placer corporal, que es el mecanismo que tienen los que te oprimen de que vos no te sientas tan mal mientras te oprimen. Y no me la estoy dando de comunista ni nada, es así porque es así.

          Así que ahora te invito a que mires la carita de tus hijos nacidos nueve meses después de tu última semana de vacaciones –hacé cuentas, vas a ver que es muy probable que te den como yo digo-. A que cuentes la cantidad de veces que culeaste motivado por la excitación de las glándulas por el calor. A que te fijes cuántos equipos de aire acondicionado tenés en tu casa y cuándo los repusiste, a ver si coincide con alguna “campaña” de algún supermercado. A que prendas el televisor y cuentes cuánto tarda en salir un culo. A que cuentes cuántos libros tenés en tu casa y cuántos leíste, y a la vez cuántas horas de televisión viste esta semana; y que por último relaciones ese índice que da cero coma algo con tu capacidad de reflexión. A que hagas un historial de los destinos que elegiste para las vacaciones en toda tu vida, a ver cuántas veces las fuiste a pasar a algún lugar en que hiciera frío; te invito a que veas todo lo que construiste a tu alrededor y que discrimines seriamente cuáles de todas esas cosas las hiciste libremente y sin presiones de ningún tipo (incluso tus hijos); te invito a que cuentes cuánta guita juntás en total si vendieras todo lo que tenés y a que pienses por qué no tenés más; y en medio de todas esas reflexiones que sé que no te vas a tomar, y unos minutos después de que me digas a los gritos que soy un boludo por todo esto que estoy diciendo, que te mires al espejo y que desde lo más hondo de tu consciencia de hombre hecho mierda, mientras tu mujer te espera con el ventilador de techo prendido y las piernas abiertas, digas: “Yo también, la verdad que yo también”.

miércoles

Me encontré con mi vieja

          Resulta que después de todo lo que saben desde la saga de "Creo que me equivoqué", iba caminando por la calle y me encontré con mi vieja. Mi mamá camina como pisando huevos muy fuerte, y le rebota mucho la cabeza contra el aire cuando camina. La reconocí primero por los rebotines y luego porque los ojos celestes se le notaban en la cara todavía quemada por el mes y medio de vacaciones en Mar del Plata, en donde mi padre psicópata compró un departamento hace casi 30 años. A cambio de su fidelidad más extrema, de su entrega vergonzosa de sus derechos personalísimos, mi padre le regala un mes y medio de vacaciones por año en Mar del Plata, y, últimamente, algunos viajes por el mundo (con el dinero que obtiene de dar préstamos en negro). Así que la saludé, qué iba a hacer.


          -Ah, hola, Pietro.

          -Hola.

          -¿Cómo estás?

          -Bien, bien.

          -¿Y qué, estás haciendo algo? -mi vieja no quiere saber ninguna cosa, pregunta por preguntar. Le basta con el pene de mi padre psicópata. Y ya sé que me vas a decir que tengo un Edipo no resuelto, pero no es así. Es peor.

          -No, no, la verdad que no.

          -¿Cómo, no te ibas a poner un estudio? -pregunta la imbécil, como si "ponerse un estudio" fuese algo fácil, ella que la última plata que se ganó fue antes de 1966, dando clases particulares en el Barrio Cafferatta. Mi madre no tiene idea de ninguna cosa, porque le entregó a mi viejo TODA la capacidad de pensar en forma autónoma. Mi madre administra las órdenes de mi padre.

          -Si fuera por mí, no me "pondría" ninguna cosa -le contesto con voz de dejado mental.

          -Y, no, pero no se puede... -alega, boba, mientras se le cae un vidrio de un par de anteojos que compró hace algunos años en un Todo por 2 pesos.


          -Y bueno -replico, sin que me importe nada haberla visto después de un año y cuatro meses, después de que su pasiva participación en las humillaciones de mi padre me hubieran decidido a jamás verlos nunca más; después del vergonzoso papel de anotador arrancado de 10 x 8 o algo así que me mandó como carta de cagona que no quiere viajar en avión, al pueblito de provincia al que fui a morirme (¡y ellos se iban a China, a Malasia, Dios mío!).


          -¿Y cómo estás? -pregunta otra vez, y otra vez sin saber qué decir.

          -Estoy como tengo que estar después de haber crecido y vivido muchos años entre gente muy enferma.


          -Ah... ¿y no tenés un celular adonde llamarte? - quiere saber, como si yo no le hubiera dicho nada, y entonces muy violentamente me debato con la inmediatez de un juez apurado entre pensar si mi madre es idiota o es una hija de puta. Concluyo, mientras en plaza Flores la porquería camina para todos lados en un otoño mentiroso de 31º, en una sopa mierdosa de calor, transpiración, que la estúpida esta es una mezcla maligna e inmerecida de las dos cosas: es bastante idiota y es también bastante hija de puta, y esto último porque la conveniencia de vivir como una Reina del Corso de Parque Chacabuco, con la guita de mi viejo, la ha llevado a no amar a su hijo. Pero por otro lado es mi madre, está ahí, después de un año y 4 meses de no verme ni siquiera me ha acariciado, no me ha dado un abrazo. Entre otras incapacidades, es incapaz de cariño. Quizás no me abraza porque el psicópata del cerdo de mi padre le reformuló la mente con la mierda de su psicopatía, en la que el cariño está patológicamente excluido.


          -No, no tengo celular ni tengo teléfono fijo.

          -¿Y dónde estás durmiendo? -inquiere como un policía torpe, otra vez sin hilo argumental, desenvolviendo un collage de nena de primaria que no sabe qué carajo hacer ni decir. Es que no está mi padre y de pronto me ha encontrado en la calle, no sabe qué hacer, no está mi padre para decirle lo que tiene que hacer. Se le caen las cosas de las manos, es una imbécil.


          -En la casa de un amigo. Bueno, chau.

          -¿No querés ver a los chicos?

          -¿Qué chicos?

          -Los mellizos. Están en la esquina -dice con cara de evidencia oligofrénica, en referencia a los hijos de mi hermana, la que es psicóloga y me dice que es relativo que mi padre sea un psicópata grave, que no está tan segura.


          -No, prefiero recordarlos cuando eran chicos... dejá, bajo por Varela -e inicio mi partida por Rivadavia.


          -Bueno, por lo menos te veo bien de salud -dice riéndose, alegre como una marmota, repleta de comida, transpirada, manoteando otra vez el cristal de los anteojos de batea coreana.


          ¿Y qué contestar? Mi madre, desde su estulticia más desarrollada, desde su absoluta falta de compromiso con el vínculo esencial, desde la turbación de su espíritu por el punzón copulativo de mi viejo -con el cual intentó reconstruir la ausencia de afecto de su casa invadida por el horno de fundición y por los parientes-inquilinos abusadores-, mi vieja vestida con harapos de oferta, silenciosa y condescendiente frente a los abusos de mi padre, la tarada me dice después de un año y cuatro meses de silencio, después que los mandé a todos a la mierda, que me ve bien de salud. No me da un abrazo, ni siquiera me toca. Me ve hecho mierda y me dice que estoy bien de salud, como en esas cartas de italianos o gallegos que empezaban diciendo "espero que a la llegada de la presente se encuentren bien de salud".


          Y no sé qué carajo hacer, no sé qué mierda hacer. Mi vieja agarra y cuando yo me voy también se va, como una vieja boba a la que un policía le hizo una boleta, como si se hubiera tropezado con algo, como si hubiera visto al marido de una amiga del secundario; hablaba con la misma desidia, el mismo desinterés por el otro, con la mirada perdida de los ignorantes, de los saturados por la televisión, de los boludos felices, y yo esquivaba la porquería transpirada de Rivadavia que te hacía topetazos de imbécil, de no verte, de no me importa si estás ahí, esquivaba pelotudos o hijos de puta transpirados para que apareciera Varela, entre repartidores de volantes, vendedores de mierda, negocios abiertos, colectivos que echaban humo inmundo a los 31º de calor de marzo tardío; buscaba Varela en la que habría más porquería yendo y viniendo como yo, que en ese momento no sé si iba o venía, buscando llegar a un lugar al que seguiría yendo después de venir, y al que volvería para seguir yendo, viniendo y yendo otra vez, todos los días, todos los putos minutos de cada puto día, todos los años de mi adultez gorda y excluida, todas las incesantes décadas hasta degradarme en sustancias químicamente simples, en esencia desprovista de lírica, mi degradada esencia sin amor, mi esencia invariable, apática y prescindible, la suma de todas mis esencias de tabla periódica que se siguen calentando al pedo por Varela al Sur, camino al cementerio de Flores, el más pobre y descastado de toda la Ciudad.

Ecuación explicada, medio al pedo igual

          Hoy la cosa es así:

Pt + Ps + Cl + LCD + 0.F + OB + 3. Rb.T - Per - H + S.m.g = [(D + FS) / Pex . (n.Porq)] . Ll^n


          Donde:

Pt: Mucha porquería en el tren

Ps: Muchísima porquería en el subte

Cl: Lluvia y humedad

LCD: Legitimación de conductas decadentes + Pantalla plana en todos los hogares de clase media

0.F: Ninguna filosofía o filosofía de segunda

OB: Olor de todas las cosas rancias posibles a la vera de las vías y como emanación de cada uno de los que componen la porquería

3. Rb. T: Risas de tres boludos que en el tren se cagaban en todo lo virtuoso

Per: Posibilidades de esplendor real

H: Esperanza

S.m.g: Sobrepeso


D: Desazón

FS: Fantasías suicidas

Pex: Posibilidades de éxito

n.Porq: Cada uno de los que se ven por la calle

Ll^n: Muchísimas ganas de llorar

sábado

Boludos electorales

          ¿Qué hacer con esos pelotudos que dicen "mirá, el voto es secreto, yo no digo a quién voy a votar"?

          ¿Qué se puede construir con esa gente? ¿No se dan cuenta de que el secreto electoral tiene otras connotaciones y otro sentido?

          ¿Qué miedo tienen? ¿Qué creen que protegen a través de esa actitud vil producto de los derechos que hubo que darle sí o sí a la inmigración?

          ¿Por qué no se van a la mierda? ¿Por qué no se instaura el voto calificado?