viernes

Se cogieron muchas veces a la mujer que amo

          Me vas a decir que soy un retrógrado, un picapiedras. Me vas a decir que no existo, que en qué siglo vivo, que adónde vamos a parar si todo el mundo pensara como yo. Me vas a decir que en definitiva el hombre es un animal y que todos los animales se aparean. Me vas a venir con que todos tenemos derechos, y que mal que nos pese tu novia también tiene derechos y uno de esos derechos es haberse querido coger a quien se le diera la gana antes o durante conocerte a vos. Pero eso de que se hayan cogido a tu novia antes que vos es algo espantoso, universalmente hablando.

          ¿Te imaginás? Tu novia deseando ser penetrada por otro. Tu novia diciendo: "metémela, mi amor", como cuando te lo dice a vos; diciéndole "por favor, (ponele) Ricardo, por favor, haceme tuya, meteme la pija", o metiéndosela ella forzadamente, sin querer esperar, en la vagina, ella entrecerrando los ojos para que otro se la coja. Y el otro excitándose mucho con el calor que siente primero en la cabeza del pene y luego en la cabeza y en el tronco y que provienen de la concha de tu novia, y dos o tres millones de años de acumulación ancestral de coitos ordenándole que empiece a bombear, a entrar y salir de la concha de la que ahora es tu novia, queriendo acabarle adentro, transpirando los dos, babeándose: se le escapa la baba al tipo este que conoció antes de que arreglara salir con vos y la baba cae sobre el abdomen de ella, que se lo limpia mientras el otro no puede parar de embestir cada vez con más violencia. Ella se ríe y lo mira como diciéndole "si parás me voy a sentir muy mal, seguime cogiendo BASTANTE tiempo más, hijo de puta, por favor". Los dos siguen transpirando. El otro, al que ella le mira los pelos del cuerpo, al que ella hace esfuerzo con los labios de la vagina para atraparle el pene y que le guste más, el otro le da un cachetazo más o menos intenso en las nalgas y ella sabe que tiene que ponerse de otra forma, y le gusta. Entonces, sacando lo que queda de su registro de esclava sexual, como fueron su madre y su abuela, por ahí le pregunta "cómo querés que me ponga, mi amor" y el tipo, que tiene todos los músculos tensos, no le dice nada, la agarra de la cintura como si fuera un cuadril que tiene que cortar al medio y la ladea un poco, como para que la pija de él le resbale distinto y él pueda sentirse contento con esa forma de perversión que le hace entrecerrar los ojos ahora a él, y ella vuelve a hacer un esfuerzo pero esta vez para mirarlo cómo siente placer, y se baña ella en jugos vaginales con la pija del otro tipo adentro, porque la excita que el tipo sienta placer, le gusta verlo relamerse (después se lo va a decir eh, le va a decir "me vuelve loca verte que te morís de placer".

          "Ahora te monto yo", dice la que ahora es tu novia, la que ahora amás, y lo empuja con la mejor suavidad que puede para ponerlo de espaldas. Él (que no sos vos todavía), conoce el juego y piensa "qué polvo me estoy echando, voy a hacerlo durar; qué suerte tuve de conocer esta mina, por Dios". Ella pone esas piernas que a vos te sugieren poesías, esas piernas que deseás como si fuera la única mujer del Universo, pone una pierna a cada costado del cuerpo cubierto de sudor y de pelos de ese tipo que se iba a fumar un pucho antes de ver qué quería la que ahora es tu novia, pero que rápìdamente ella lo asaltó con su deseo, con su boca abierta contra la boca de él, apretándose contra el pene de él que se reventaba en el pantalón. Ella tenía preservativos en algún cajón, pero él había llevado los suyos por si esa noche se la cogía. Encima es la casa de ella, ella quiso llevarlo hasta allá, mientras le gustaba cómo el tipo manejaba, cómo movía las piernas para apretar el embrague y el acelerador, le gustaba el olor a cigarrillo y a alcohol; mientras él la acompañaba a la casa ella pensaba de qué manera lo haría subir sin quedar todavía como una puta, porque una vez que comenzaran a besarse, a lamerse con ese tipo que no sos vos, ahí quedarían todas las inhibiciones de lado y entonces el ritual de millones de años volvería a desandarse, pero esta vez entre la que ahora es tu novia y ese otro prácticamente desconocido, hace seis meses, hace menos de un año, hace menos de dos años. Tu novia queriendo inventar algo para cogerse al otro, que también estaba viendo de qué manera le podía entrar a ese culo que a vos te sugiere ganas de quedarte con ella toda la vida, a esas piernas que te parecen de un color tan puro, cuyo roce te da tanto amor, queriendo que esas manos que tocás y sentís ahora tan suaves se paseen por el tronco venoso de su verga. Y ella, lejos de decirle que no como a vos te hubiese gustado, todo lo contrario. Se lo quería coger.

          La que ahora es tu novia pasó una pierna de cada lado del abdomen de aquel tipo que se asombra con la habilidad sexual de la chica. Todavía no se la chupó, pero él sí le chupó la concha, porque ella lo guió después de prácticamente limar sus tetas contra la cara sin afeitar del hombre, que la calentó algunos días después de seguirle el levante que el tipo emprendió cuando se calentó con la misma figura de mujer superior que ahora a vos te da poesía. No dejó que le chupara mucho las tetas, pero el otro se detuvo un rato y primero le chupó y después le mordisqueó los pezones varias veces, y la que ahora es tu novia gimió queriendo más, gimió para demostrarle que él la calentaba como hombre; la que ahora dice que te ama y que sos especial, hace tan poco le tiró la cabeza para abajo, para que se agache y le lamba los labios de la vagina, y el tipo pudo comprobar que una oleada del mismo sabor agridulce que a vos te hace creer que sos único le llegaba a la lengua de él cubierta de tabaco, mientras sentía la tensión del pene que ella todavía no le iba a chupar. Así que el otro dijo algo así como "basta", no se aguantó más, la alzó de la cadera o de la cintura y la acomodó contra la cama como un carnicero con un peceto entero; ella ni siquiera esperó a que se pusiera el forro, no lo dejaba ponerle el forro porque le agarraba la pija y lo pajeaba para que no se le bajara, y él se reía porque jamás pensó que la minita ésta que conocía hacía tan poco fuera así, se sorprendía y se reía de asombro y de placer. Así que se la tuvo que penetrar casi mientras se ponía el preservativo, y le dio bomba unos minutos mientras pensaba "qué fuerte que está, por Dios, cómo me gusta cogérmela, Dios mío", y se le engordaba más la pija por esos pensamientos y por la imagen de tu novia disfrutando y las tetas siguiendo el bamboleo que le imprimía el esfuerzo del hombre que se la cogía, hasta que ella le dijo también "basta" y lo puso de espaldas contra el colchón y se pasó las piernas a ambos lados, para sentarse en la pija roja de él y mirar para arriba. "Dejame hacer todo a mí", le rogó, y el tipo no lo podía creer. Se fue levantando y bajando cada vez más rápido, sintiendo como un logro y como una consagración de su feminidad la poronga adentro de la concha, que de tan mojada le resbalaba bárbaro. Cada tanto paraba para desesperarlo, y él, que a esta altura estaba totalmente dominado, no sabía qué decir, veía cómo ella se sonreía jugando a la malévola. En vez de dar los saltitos, ella comenzaba a zarandearse con TODA la pija adentro, describiendo curvas sobre la parte baja del abdomen del tipo que si hacía un poquito de esfuerzo notaba eso que se nota cuando sabés que vas a acabar.

          "Avisame cuando estés por acabar", le decía tu novia, la que ahora sale con vos y dice que sos el mejor del mundo, que ella nunca estuvo tan enamorada como con vos. "Por favor, avisame, ¿sí?" "Sí, mujer", le contestaba el que se levantó antes que vos, a tiempo que la que ahora es tu novia, segura de que el otro le iría a avisar, se reclinaba sobre su pecho, lo agarraba de la cabeza y del cuello y comenzaba a mover el culo muy rápidamente, como masturbándolo con la mano pero con la concha penetrada por el pene de él, del tipo que a vos te dice que nunca lo quiso, para que llegara rápido el orgasmo de él y antes, si fuera posible, el de tu novia, porque la conocés y no sabés por qué pero le gusta acabar a ella primero, no sé, no es como se dice en todos lados que les gusta a la misma vez que a uno. Así que tu novia pum pum pum pum pum pum pum pum ah ah ah pum pum pum pum "quedate así", le decía, desesperada "ay ay ay quedate así", le repetía porque en el frenesí no sabía qué decir, estaba tan caliente, estaba por llegar al orgasmo con un tipo que no sos vos: a vos te conoce pero por ahora no te da bola, incluso varias veces te dio a entender que jamás, mientras faltaban algunas semanas para que saliera con éste. "Dale, dale", se dice a ella misma, y empieza con los "ah", "ah" de la acabada, y él siente los brazos de ella en las mejillas, su transpiración, el pelo de la que ahora es tu novia se le mete en la boca, siente muy caliente la concha de tu novia, casi le duele la fricción en el tronco de la pija que como nunca está durísima, y ella se lo está agradeciendo acabando con la boca abierta, sin sacar la lengua, en la boca abierta de él, que sí saca la lengua y siente la saliva de tu novia fría, porque ha estado respirando su cabalgata con la boca abierta y se le enfrió la saliva. Entonces él, que todavía no acabó, la agarra con las dos manos de la cara, en esa cara que fue lo primero que te enamoró, pero el tipo ahora le toma como un pirata rudimentario y loco también algunos mechones de pelo, y mientras la besa perversamente como un actor porno, pasándole con fuerza la lengua por los labios y las mejillas sin respetar límites, le da bomba cada vez con más violencia, así de espaldas como está, la besa con un fervor de tipo que estuvo preso diez años, le pasa la lengua por la lengua de ella, por las mejillas cubiertas de pelo, por el cuello, no le saca las manos de los costados y le pasa la lengua mientras se la coge por el mentón, le chupa la nariz, le vuelve a dar besos de lengua hasta la garganta, mientras ella le dice respirando entrecortadamente y llevada por los embistes del tipo: "Decime, mi amor, decime", pero el tipo no le dice nada, así que tu novia decide hacer cada vez más fuerza mientras él va haciendo fuerza también, coordinan los dos las fuerzas; tu mujer se cansa de sostenerse de los hombros de él y apoya sus manos con fuerza en el pecho lleno de pelos que está transpiradísimo, mirando hacia abajo y hacia el costado con el pelo cayéndose de esa manera que a vos te sugiere atardeceres, ambos van coordinando los movimientos de la cogida y el tipo dice "ahora", y entonces tu mujer se sale, le saca el forro con premura, como descorchando una Coca-Cola y empieza a pajearlo lo más rápido que puede, apoyándole la boca en la cabeza de la pija mientras él empieza a gritar, no sabe cómo contenerse más, no sabe cómo hacer para no sacarle la pija de la mano porque piensa que tu novia se merece que el pene no se vaya de ahí, por más que ya se le haga insoportable al tipo resistir la paja y la lengua de tu novia; alza un poco la cabeza de entre las almohadas y ve que ella está arrodillada en el colchón, con el culo alzado, le ve los muslos que a vos te parecen hermosísimos y las manos que te acarician ahora a vos y ella lo mira pidiendo que acabe, y entonces él grita y grita y se contrae sobre tu novia que cada vez pajea más rápido y apoya con fuerza los labios como pronunciando una "o" invisible contra la cabeza de la pija de él, que le encanta, y el tipo acaba de a chorros blancos sobre tu mujer, y tu mujer intenta que todo lo que acaba, que es un montón -un montón que sale de esa pija que ella considera terriblemente excitante, una pija llena de venas como la tuya, una pija que ella desea seguir teniendo adentro de la concha por lo menos una vez más durante esa noche- tu mujer intenta que todo lo que él acaba le quede o en los labios o en el pelo o en la cara, no sabe por qué pero si no quiso que le acabara adentro (para el segundo polvo va a querer), quiere que le llene la cara de semen. Le encanta el tipo, el olor a hombre que tiene, le encanta cómo le quedaba el pantalón, estaba esperando demostrarle todo lo puta que podía ser; quería ser su puta.

          Entonces, llena de semen, y lleno de semen el abdomen de él, semen entre los pelos y los músculos, como nadie tiene ganas de levantarse y los dos están transpirados y con algo todavía de calentura, tu novia se abraza a él y le suspira, dice "aah", feliz de habérselo cogido. Capaz que le dice "sos hermoso" y lo besa; le agarra ahora ella la cabeza a él y se la llena del semen de él y después se lo chupa. Él le dice "sos muy dulce", y tu mujer le contesta riendo "¿sí?", pero, caliente, le augura igual que a vos las primeras veces: "no te vayas a creer que acá terminó todo, vos de acá no te me vas", arañándolo en las costillas; y él le dice "cómo, ¿querés más? " y tu novia le dice con cara de salvaje "obvio, todo quiero, todo". Él, que se ha dado cuenta de que tu novia coge bárbaro, no puede resistir su perversión y le promete que "la próxima vez que nos veamos el primero va a tener que ser por atrás, ¿sabés?", y tu mujer le dice "sí, mi amor, sí, lo que quieras, ya te dije que todo", y se vuelven a abrazar transpirados, modulando el ritmo de las respiraciones. La que ahora es tu mujer, la que amás, siente el deseo de ser penetrada de nuevo a los cinco minutos, pero él tiene que esperar más. Él se sorprende de que tu novia, tan cerca del polvo de recién, le empiece a chupar la pija así, todo lleno de semen. "Pará", le dice, y tu novia le contesta "no importa, por favor dejame... ¿te molesta?", y él ya solamente se ríe, y mientras tu novia le chupa la pija, él hace la típica de agarrarle la cabeza y empujar para adentro, y hasta él se sorprende que se vuelve a excitar, porque siente la boca caliente de tu novia, de aquella que amás desesperadamente, la que te dijo que tuvo algunas historias incluso mientras ustedes eran amigos hasta que "se dio" lo de ustedes, el tipo, que conoce hace no más de quince días (a vos te conoce hace un año o dos), el tipo siente la boca caliente de tu novia cercándole la cabeza de la pija, y la lengua primero suave y después dura rodeándole el glande. Cada tanto tu mujer para de chupársela y mientras lo pajea lo mira, como diciendo "en un minuto estamos para otro". Él le dice "dejame ir a lavarme, por lo menos" y ella lo sigue chupando mientras él se levanta de la cama, acompaña los movimientos de él chupándosela, y a lo último le da un beso en la pija, después del chupetón final que suena más que los anteriores, que eran lambetazos con la pija en la boca y los labios lo más cerrados que se pueda. Entonces se lava, el tipo mientras se toca con el jabón en la pileta del baño de tu novia siente que sigue caliente, se fuma un cigarrillo mirándola desde la puerta del baño y antes de que tu mujer quiera ir a hacer pis se la coge de nuevo, cinco minutos de bomba y tu novia grita y tiene otro orgasmo. Después, mientras tu novia se va a lavar la concha al bidet, él se queda dormido, y a la mañana siguiente, igual que a vos, tu mujer lo despierta con el desayuno en la cama y los dos desayunan en pelotas. "Cómo dormiste, mi amor, te abracé y ni te diste cuenta".

          A la segunda vez que se ven, él le hace el orto, se la coge a tu novia por el culo, algo que quizás sospeches siempre pero que nunca sepas con certeza, porque no sé si te lo va a decir. Pero pasó, no tengas dudas. Tu novia le pide que si se la va a dar por atrás (¡le da la opción!), si se la va a dar por atrás que se la chupe primero, pero despacio. Así que, luego de la chupada (que el macho que se levantó le va haciendo con pelos de barba en el mentón, sacando muy mojada la lengua, mientras le mete algún dedo en el ano), se la pone un poco, unos minutos, por la vagina (a la que ahora es tu novia), y después por el culo, mientras tu novia le dice, con cara de dolor y desastre "despacio, mi amor...", cosa que le repite mientras el hombre está enloquecido cogiéndosela por ahí. "No me acabes adentro, por favor", le pide tu novia, y él, que aunque está desesperado sabe que tiene que preservar esa tremenda mujer, ésa que te despertó sentimientos escondidos y cuya imagen te produce descargas dulces de adrenalina, el tipo cuando le acaba encima a tu novia le acaba ahí donde nace la raya del orto, casi en la espalda, pero la acabada queda en el surco, como le gusta más a él que a ella, pero tu novia lo deja hacer como una concesión a su pareja. "¿Te dolió?", pregunta él de caballero que es, y tu novia contesta "Un poco. Pero me gustó", y lo besa, y se ríe, y le pide "traeme un vaso de agua, por favor...", y antes de ir él le da un beso en la boca, un pico, mientras ella busca los cigarrillos. Así, durante por lo menos cuatro meses, al cabo de los cuales se pelean por algo así como que él le pide una fiesta con su ex novia, o le pide que se la coja otro y él la mira, cosas a las que ella -"en su locura de amor, porque yo estaba enamorada", te contará después- casi accede, hasta que se dio cuenta de que "él era un enfermo, y que yo nunca hubiera podido ser feliz con un tipo así, sobre todo porque yo quería construir algo y él no"-. Y después viniste vos, que la salvaste de no sé qué, y todo lo que ya sabés: ahí entraste vos en mi vida, mi amor. O sea que lo que yo tuve que vivir ya lo viví, ahora creo que es el momento de encarar algo de verdad, y creo que vos sos el hombre indicado, sobre todo porque sé que a vos puedo amarte como a nadie.

          Bueno, ahora quiero que repienses eso de los derechos de la mujer. Quiero que pienses si el asunto te parece algo abstracto, o si te bancás que esos derechos sean explícitamente concretos, como dicen todas las constituciones del mundo.

martes

Dialoguito con mamá

          Resulta que yo en el año 2003 me quedé casi todo el año adentro de mi casa. El año 2003 fue lo que la porquería dice "una bisagra": a partir de ese momento no fui el mismo. Viste cómo comienza la Divina Comedia: el tipo dice que se encontraba en la mitad de la vida y le comenzaron a pasar cosas. Bueno, para mí fue el momento en que comenzó a no pasarme nada, porque me invadió un deseo incontenible de inacción. Ya me había peleado con una novia que me quería; le propuse que no siguiéramos saliendo hacía un año, quizás sin saber por qué; pero durante el 2003 supe. No quería nada más.

          Normalmente se dice que la voluntad viene de un mecanismo psíquico que tiene que ver con cubrir algo que te falta. Por ejemplo, te comprás un libro porque en ese momento no tenés el libro que quisieras tener, entonces te movés hacia la librería y activás todos los ensambles físicos y químicos que desembocan en el tener el libro en la mano que tanto querías. Pero a mí me pasaban otras cosas. Yo necesitaba todo: desde afecto esencial hasta cosas materiales. Me había comprado un departamento con la plata que había obtenido luego de más de 10 años de dar clases particulares, sin "juntar" el sueldo con ninguna esposa ni ninguna concubina, como se hace ahora. Solo, trabajando en soledad; terminaba de dar clases y la mayor parte de las veces todos estaban durmiendo; entonces había que buscar algo para comer sin hacer ruido, comer e irse a acostar sin ningún regocijo espiritual. Así llegué a mi dos ambientes y, kilombo del 2001 mediante, al tres ambientes de enfrente que algún día te voy a contar cómo lo cambié por el más pequeño que tenía, más una diferencia.

          Así que con mi casita en el bolsillo, lo mejor que se me ocurrió hacer fue mandar a todos mis alumnos a la mierda -aunque dejé aquellos cuyas madres más hinchahuevos me rompieron las pelotas para que les siguiera dando, embuidas de egoísmo y sin entender un pito lo grave de lo que me ocurría- y me encerré, como esos adolescentes japoneses que seguro no conocés. Me encerré, qué iba a hacer. Necesitaba todo y afuera no había NADA. Había porquería. Los únicos que podían acceder a lo que yo necesitaba materialmente eran los que tenían mucha plata, y yo no tenía nada de plata luego de haber pasado del dos al tres ambientes. Así que me encerré y comencé a desgranar mis escasos ahorros. Comía fideos, arroz. Un día me hice tanta polenta que rebalsó la olla: yo lo interpreté como signo de mi decadencia. A la madrugada escuchaba la radio La Red, un programa futbolero que se llamaba El Alargue, en el que pasaban canciones de Eros Ramazotti y aquel tema de los Héroes del Silencio que dice "Amanece tan pronto / y yo estoy tan solo / que no me arrepiento / de lo de ayer...", y yo no me arrepentía de lo de ayer porque me daba exacta y putamente lo mismo. La porquería que escuchaba ese programa estaba también hecha mierda: una vez, un viejo al que se le notaba por la voz que había perdido un gran porcentaje de los dientes, llamó a la emisora y pidió salir al aire porque tenía un dato que iba a asombrar a todo el mundo. El dato era la formación ideal de El Porvenir desde 1930 hasta el 2003. El viejo decía: "En el arco iría Burreteaga, que fue un eselente arquero, más grande que muchos de primera, pero claro, como es del Porvenir nadie lo tomaba en cuenta... y el suplente Garcotti, que jugó entre el 41 y el 63, que se despidió en un partido ante Talleres de Remedio de Escalada que fue el mejor partido de fúlbol que yo vi en mi vida... terminó sei a sei, no quedó registrado porque en esa época la AFA no llevaba los registro de los clube chico". Y así, por cada puesto tenía un jugador "ideal" y un suplente "ideal". El equipo ideal de El Porvenir de todos los tiempos... Me atrajo tanto ese relato en el que se glorificaba la mediocridad...

          Los que habían sido mis amigos estaban felicísimos, habían comenzado a tener hijos y eso los había sumergido en un piletón místico del que ya no saldrían hasta la mayoría de edad de los párvulos, y aun así ya no serían jamás los mismos. No podía compartir el placer por sus anécdotas de pañales. Igualmente venía notando desde años atrás que nunca se habían interesado por ninguna de las cosas que me interesaban a mí -ni los libros que me gustaba leer, ni las películas que me gustaba mirar, ni el tipo de mujer que me gustaba, ni la vocación crítica de la sociedad que siempre tuve, ni la música que me gustaba escuchar, ni el tipo de ropa que me gustaba usar, ni las curiosidades inherentes a la carrera que había elegido seguir, nada, nada-. Tener amigos comenzó a ser otra forma de estar solo, otra encrucijada de mierda según la cual si no tenía al menos eso, no tenía nada. Para un espíritu sensible es muy duro no poder comentar con NADIE un libro ni una película ni una vivencia ni un proyecto ni una idea ni un gusto ni una inclinación ni una curiosidad ni una vocación. Mis amigos, desde lustros atrás, comenzaron a venir a casa y hablar boludeces; después, a no hablar; y finalmente, a no venir. Hoy, con la cuarentena a cuestas, parecen elegir otra vez el comienzo de ese mediocre derrotero, pues, imbuidos de nueva energía de segunda juventud, se animan tímidamente a sólo hablar boludeces, actitud que, sin embargo, parece significar alguna cosa, algo más que la nada. Pero, como dice Cortázar, "no se culpe a nadie", aunque ya sabemos que un simple pulover te puede matar (el que sepa escuchar, que escuche).

          Así que en abril de 2003 yo, que venía viendo que del tobogán de la decadencia mi historia personal ya había bajado varios metros, me terminé de desesperanzar. Primero pasó que renuncié al trabajo. Yo tengo un tío que sólo hace cosas ilegales, y en el 2002 se había montado con un estafador -que también lo terminó estafando a él- nada menos que UNA EMPRESA DE MEDICINA PREPAGA. Sí, sí, escuchaste bien. MI TÍO TENÍA UN TALLER MECÁNICO, UN DÍA FUE UN TIPO A HACERSE ARREGLAR EL AUTO, LE COMENTÓ QUE SE QUERÍA PONER UNA EMPRESA DE MEDICINA PREPAGA Y MI TÍO SALIÓ A HACER SANGRAR CULOS PARA CONSEGUIR LA GUITA. Algún día también te voy a contar la cocina de todo esto, porque te digo que es para alquilar balcones. El caso es que yo, que lamentablemente me había recibido de abogado pero casi -como hasta ahora- no había ejercido, acepté ser el único representante legal de la compañía ante tribunales judiciales y administrativos y ante justos e injustos reclamantes. Madre de Dios. Fueron tantas las chicanas que tuve que hacer, tantas las mentiras que tuve que decir, tanta la mierda que tuve que aguantar, tantos los riesgos profesionales que tuve que correr, tanta la posibilidad de que fuéramos todos en cana y tan poca la guita que me pagaban, que renuncié. Y renuncié sin cobrar el último sueldo, que hoy, a seis años de la debacle, todavía me debe mi tío. Yo creía que en una empresa de medicina prepaga cuando vos te enfermabas te tenían que atender, o sea que vos empresa tenés que atender al que, por ejemplo, se está MURIENDO de apendicitis, que es una boludez. Bueno, en la empresa de mi tío no. Si tenías algo urgente, te mandaban al hospital público, aduciendo que no había cama en ningún lado. Si tenías algo que no era urgente, no te "autorizaban" el pedido de tratamiento. Si no tenías nada, te mandaban un cobrador a tu casa. Así era la cosa. La empresa llegó a tener 15.000 socios en poco más de un año, en una época en que en la Argentina no funcionaba ni siquiera un kiosco. Jorge Rial, que es un mono que por plata baila y canta y la chupa, le pasaba él mismo propaganda en Paparazzi, hojeando la cartilla delante de su tremenda audiencia. Era todo mentira, y el abogado de toda esa mentira era yo. El único abogado. Así que me fui, y eso me costó, por ejemplo, que mi abuela -la mamá de mi tío ilegal-, que siempre había dicho que yo era su mejor nieto, ahora dijera que "Pietro se portó muy mal con su tío". Cabe aclarar que mi abuela terminó sexto grado en 1931 y jamás volvió a agarrar un libro en su vida. No podía entender ninguna cosa.

          El caso fue que el socio estafador de mi tío ilegal ordenó una movida empresarial de reviente para llenarse los bolsillos, cuando yo ya había renunciado y una mogólica que se creía en la cumbre de su carrera me reemplazó por un sueldo menor de la mierda que me pagaban a mí, diciendo encima en ese rumor empresarial que es tan sorete y que está en todos lados que cómo yo había sido tan boludo de irme. El estafador, a espaldas de mi tío, dio orden de cobrar las cuotas mensuales y no brindar el servicio pasara lo que pasara, hasta que se fuera todo a la mierda. No le habló más a nadie, a salvo su troup de cobradores que te digo eran todos una gran gavilla de hijos de puta que por cincuenta pesos hacían lo que les propongas -pero ojo, te estoy hablando de que por cincuenta pesos hacían cualquier cosa-, el estafador no le habló más a mi tío, que preguntaba: "¿pero qué le pasará?" "Está raro", le contestaban los que habían entrado en la parodia, "a mí tampoco me habla", le mentían, para que se pusiera contento. La cosa es que a los tres meses se había alzado con un millón y medio de dólares en cuotas de servicios que jamás tenía pensado dar, y voló como un Pájaro Roc gordo y pesado a armar otra empresa fraudulenta por ahí, como después supimos. Mi tío el ilegal, que era director de la empresa, quedó procesado por quiebra fraudulenta. La quiebra comercial todavía creo que sigue. Igual algún día te lo voy a contar mejor.

          "Cuánta razón tenías, Pietrito", me decía mi tío llorando, pero no de culpa, sino de Rivotril, que le había sobredosificado el médico, porque, si no lo tenían sedado, se ponía loquísimo. A esa altura yo ya no podía decir nada, porque había perdido también la voluntad de hablar. De todos modos, mi tío hablaba nada más que conmigo. Nadie de la familia se acercó para decirme nada, ni siquiera "Pietro, contame qué le puede pasar al tío" o "Pietro, cómo no te escuchamos cuando nos contabas lo que nos contabas" o "Pietro, disculpá, creíamos que hablabas así porque no te daban las uñas para la guitarra que asumiste" o "Sí, Pietro, nos equivocamos... ¿necesitás algo?" Nada, todos seguían yendo a los cumpleaños y yo no, porque estaba encerrado en mi casa, a la que, por otra parte, no venía nadie.

          Te vas a reír, pero la segunda causa que remató mi desesperanza fue el resultado de las elecciones del 2003. Duhalde había propuesto que votaran a Kirchner, y el Clarín dale que dale con Kirchner, para que no subiera otra vez el otro que da mala suerte decir -y no sé por qué no quería que subiera el otro, porque durante los noventas el grupo Clarín creció como un cerdo y además le perdonaron todas las deudas que tenía-. Pero yo recordaba que a Duhalde el 2 de enero de 2002, que fue el día que asumió, la clase media lo había recibido con un "cacerolazo". Después de que De la Rúa ordenó que no le devolvieran los depósitos bancarios a nadie, Duhalde en febrero de 2002 sacó un montón de leyes, normas, decretos y qué sé yo que corroboraban todo lo que había dicho De la Rúa, al que habían sacado cagándolo a patadas en el culo. Pero con Duhalde todo estaba peor que con De la Rúa: ya directamente si querías tus ahorros tenías que hacerle juicio al banco y al Estado, y había que ver si te los devolvían (acordate de que, por ejemplo, al periodista Horacio García Blanco no le dejaron sacar la guita que había juntado durante toda su vida para hacerse una operación y el chabón por culpa de eso SE MURIÓ, porque tampoco en ningún lugar se la hicieron gratis; o sea que el Estado le impidió sacar la guita y no lo puso en ningún hospital público para que lo curaran). Además, con De la Rúa podías sacar 250 pesos por semana; con Duhalde, nada. Con De la Rúa el dólar costaba un peso; con Duhalde, cuatro pesos. Con Duhalde las cosas llegaron a costar el triple de lo que costaban cuando la clase media de mierda echó al De la Rúa del forro del orto, pero no sé, nadie hizo nada. Mejor dicho sí, cuando los bancos, después de un año de juicio, devolvía el setenta por ciento de todo lo que habías juntado rompiéndote el lomo durante décadas, los boludos pequeños propietarios volvían a depositarlos en los mismos bancos, que ahora pagaban ponele diez por ciento anual en dólares. O sea, sacaban a caperucita de la boca del lobo y la volvían a meter, porque ahora desde algún lugar les convenía. A tal punto pasó esto, que yo vi personalmente que en el Banco Nación de Plaza de Mayo pusieron una ventanilla de recepción de depósitos al lado de la ventanilla en la que te devolvían por orden judicial los depósitos que de otra manera no te iban a devolver jamás. Incluso, los primeros días de furia y antes de instalar las ventanillas de depósitos, llegaron a meter en cana varios gerentes, y en todos los casos había que ir con el oficial de justicia que tenía facultades para allanar la bóveda del banco. ¡Y la clase media volvía a depositar en la ventanilla de al lado, después de un año o más de juicio! Yo me quería morir.

          Y para colmo de males, en las elecciones del 2003 ganaron todos los que, según decía la propia clase media en medio del despelote, no tenían que ganar. Acordate de que se rompían la garganta rugiendo como marmotas "Que se vayan todos". Bueno, el que en realidad ganó las elecciones (si bien con un 25%) fue el mismo peronista que según ellos les rompió el culo durante todos los años noventa. El otro 22%, que conforma el 40 - 45% histórico que siempre tuvo el peronismo desde la década de 1940, bueno, ese otro 22% se lo llevó otro peronista, precisamente el que quería Duhalde, al que recibieron el 2 de enero de 2002 con un "cacerolazo". Así que no se fue nadie. La porquería estaba tan desorientada que no sé qué hubiera pasado si el dictador legal de los noventas no se hubiera bajado del ballotage, como lo hizo, porque esta vez el grupo Clarín le jugó en contra y lo vituperó tanto que en aquella época era una verdad de perogrullo que Kirchner lo iba a destrozar en segunda vuelta, quien sabe por qué. En la ciudad de Buenos Aires, a su vez, fue reelegido el jefe de gobierno que venía estando desde 1999, dos años antes del "que se vayan todos". Y no fue por falta de candidatos: ¿sabés cuántas listas había en 2003 para elegir jefe de gobierno en la ciudad? No lo sabés, y si te lo digo no me lo vas a creer. Bueno, te lo digo: CIENTO OCHENTA. Sí, ciento ochenta. Que se vayan todos, y de ciento ochenta candidatos eligieron al que ya estaba.

          Ahí definitivamente me di cuenta de que la clase media a la que pertenezco, y a la que pertenecen casi todos los que conozco y que forjan mi personalidad e influyen en mi vida cotidiana, esa clase media que desde niño contribuyó a conformar mi registro psíquico de lo que es el prójimo, esa clase media es incapaz de sostener teóricamente ninguna cosa, porque por propia voluntad eligió hacerse mierda, cambiar los libros por un televisor por habitación, ser abogado en vez de ser científico, ir al supermercado en vez de ir al cine, comprarse un auto a crédito en lugar de ahorrar para el futuro, tener lo que ellos llaman "un empleo seguro" en vez de jugarse las bolas día a día por un ideal. Podrá chillar, podrá gritar cosas que parecen justas, pero no tiene un fondo cultural, un piso de lecturas donde apoyar lo que en lugar de argumentos cualquier sabio se da cuenta de que son cacareos, y por eso nadie la escucha seriamente. ¿Qué sostén ideológico tenían los que gritaban "que se vayan todos"? ¿Qué mierda querían? ¡Si después, cuando se les dio el fusil en la mano para que maten legalmente a los que ellos quisieran, tiraron boludamente el tiro al aire a propósito, para no armar kilombo, igual que como hacen en los empleos donde laburan, para que el jefe no se enoje!

          Paralelamente, el Clarín comenzó a escribir como Doña Tota cuando va a la fiambrería. Los titulares ostentaban bestialidades tales como "Ahora dicen que planchan el dólar". Las noticias deportivas, peor: "Pellegrini va a sacar a Gallardo para poder cuidarlo". El Clarín, que en esa época empezó a estar a favor del gobierno, para aliviar la tarea que corresponde al Estado -es decir, promover el bienestar general- y ponerla en cabeza de cada pobre mortal, inducía a la clase media a que haga cosas de lo más estrámboticas para salir de la crisis: criar caracoles para venderlos a China, criar conejos para moler los huesos y venderlo como abono que lo usaban no sé dónde, plantar blueberry, comprar por dos mangos una chacra y criar cabras y hacer queso de cabra que en Europa supuestamente te lo sacaban de las manos, igual que el azúcar de remolacha; poner una "Pyme" de zapateros, cosa que como la gente no compraba zapatos los tenía que mandar a arreglar, lo que aparentemente te convertiría en un pequeño empresario de la noche a la mañana; hacerte un emprendimiento "reciclando" boludeces; presentaba como "jóvenes líderes" a pelotuditos de universidad privada que habían hecho algún mango hablando en inglés para empresas que nos seguían rompiendo el culo a todos. El Clarín mantenía las cosas quietas parloteando con la jerga decadente de la clase media y endulzándole la ilusión con el Proyecto Pyme, según el cual "crisis quiere decir oportunidad", en un contexto en el que "no hay nada mejor que la empresa familiar", aprovechándose del valor publicitario y sobrenatural que cada desprovisto de clase media otorga la familia, que, es verdad, es lo único que tiene. Unos meses después de que ganara Kirchner, el Clarín sacó una portada que decía "La Clase Media Cree en un Futuro Mejor"; en la nota principal, una mujer de reflejos de peluquería y remera toraba decía debajo de su fotografía: "Yo lo que creo es en un futuro mejor para mi hija Ludmila". Te juro que tengo el diario.

          Entonces me quedé solo. Mis amigos adquirieron la lógica del diario y de la TV y, munidos de sus hijos, me repetían con gesto de iluminado por el Dios de la Verdad que sus hijos eran lo mejor que tenían y que además son lo mejor que hay universalmente hablando, que te cambian la vida de una manera hermosa. Nadie aportaba nada al concierto de conocimientos del Universo. Otro par de boludos pedía prestado para ir a Buzios. Mis parientes construyeron cada cual su quinta y no me dieron más pelota, porque mis críticas no le interesaban y, además, porque ya había niños pequeños en mi familia y el hijo de puta de mi viejo se hacía el abuelo bueno boludeando con ellos y me despreciaba porque no había tenido ninguno, cosa que a mis hermanos le encantaba, porque, en ese contexto, ¿qué mejor que el tirano que construye un espacio total fuera del cual no hay nada te alabe los hijos? Ya no tenía con quién hablar. Sostuve durante un año y medio una relación sui generis con mi vieja novia, a quien por razones de elemental humanidad me parecía mal dejar de ver por el solo hecho de que había decidido no casarme con ella; sin embargo, la despechada no tuvo reparos en dar por terminada toda vinculación a su debido tiempo, comunicándome con alguna altanería que ya había conseguido otro novio y que no quería verme más. Le propuse una amistad que rechazó en estos términos: "No, no... si nos vemos ocasionalmente está bien, pero amigos no". Cuando comentaba a los adormecidos que alguna vez me rodeaban que esa actitud era éticamente mala, nadie me daba la razón.

          Ya no tenía trabajo ni dinero. Mi hermana quería conseguirme un empleo asalariado. Me decía que, si no, me "pusiera un estudio". Mi padre decía que era un inútil. Mis amigos, que estaba loco. Mi familia estaba en la suya: mi abuela había cumplido ya 83 años y no le importaba más que los intereses comunes que se le habían congelado ponele como mucho en 1970, unos años después de la menopausia; mi tía la que se casó con el despachante de aduana, feliz y en su tinta porque todos iban a empezar a exportar las soretadas que decía el Clarín y ellos iban a volver a llenarse de guita; mi hermana, anestesiada igual que mi vieja, que nunca aportó nada; mi tío el ilegal, entreverado en su empresa ilegal; mi hermano, viendo cómo hacía para que yo me hundiera del todo y se le curaran las heridas que le ocasioné durante la infancia, época en la que sufría cuando me veía con la bandera de ceremonias o los profesores le preguntaban si él era "el hermano de...". Los vecinos se recluían en sus empleos o en su pelotudeo crónico y nazifascista; nadie había votado a los que estaban en el poder. La televisión -que no miraba desde 1999- seguía repitiendo la misma mierda de siempre, y la editorial Losada había puesto en Corrientes una vidriera con libros de mierda a medio peso y, al lado, otra con los libros de verdad, los que cacheteaban al más de lo mismo con cultura textual, pero a precio de millonario de Estados Unidos.

          Imposibilitado de casi todo, me encerré sin esperar nada. Como el cartel de la puerta del Infierno, me confiné a "Abandonar Toda Esperanza". Te aseguro que si alguna vez lo viviste, es espantoso.

          Pero un día sonó el teléfono. Cada vez que suena el teléfono tengo una descarga de adrenalina, aunque aquella vez, después de tanto tiempo de que nadie llamara, la descarga fue más o menos un baldazo. Era mi vieja. La conversación duró apenas unos segundos.

          -Hola, Pietro, cómo estás.

          -La verdad, muy mal. Pero MUY mal.

          -Ah... yo no puedo hacer nada, Pietro.

          -Sí, ya sé...

          - Y bueno... chau, entonces. Cualquier cosa que necesites llamá.


          Y acto seguido, como cada vez que aparece en escena la pasividad de panza llena de la boba de mi madre, no supe qué hacer, en el sentido más pleno de la expresión.