lunes

Yo ya no sé

          Yo ya no sé nada de nada acerca de ninguna cosa. Estoy tan pero tan desilusionado con todo lo que existe que ni siquiera le encuentro un motivo a escribir esto que estoy escribiendo. Hasta ahora los caminos de la vida me han conducido hacia lugares en los que ya estuvieron otros y devastaron, o a parajes a los que nunca fue nadie y a los que nadie quiere ir, o a montañas de basura que a la porquería le gusta creer que son necesarias -porque en algún lugar hay que poner la basura, y además ¿qué entendés vos por "basura"?-, o a túneles inmundos en los que la luz es opacada todas las veces por tipos que se ríen, o a lágrimas que no encuentran paño, o a antiguos vergeles llenos de mierda donde todos pastan como en un Paraíso.

          Mi viejo me decía a los ojos que yo era un polvo al pedo; ahora veo esa eyaculación inmunda repitiéndose en todos lados. Hasta ahora tenía ilusiones: a todas las bajaron de un hondazo. Ya sé, me vas a decir "Discépolo, Louis-Ferdinand Céline, Bukowski, Almafuerte, William Burroughs, Henry Miller, Vasconcelos, Baudelaire, toda esa caterva dijo lo mismo, pero mejor y más valiosamente que vos. Tu prosa es peor que la de la Cerdos & Peces, tu sufrimiento es una pelotudez, la vida pasa por otro lado, por el humus, por el charco que vos decís que es infecto, por el coito, por todos esos lugares que aborrecés como un adolescente metiendo adjetivos inútiles antes del sustantivo, para que parezca artístico".

          Y bueno, vas a tener razón. No existo más que como posibilidad, y encima me creo potencia eterna de un acto perfecto. Hasta hay una persona por ahí que dice, haciéndose la psicóloga y queriéndose sacar un compromiso de encima, que en realidad tengo una autoestima gigantesca y que siempre pretendo recibir productos intachables del otro lado, y que por eso toda retribución me parece escasísima. O sea que la parte gruesa supongo que le debe tocar a esa persona: así justifica la plusvalía que no le corresponde.

          Pero palabras de florimiento aparte, te digo que yo ya no sé nada. Saber es mezclarse con todo esto, y hasta ahora yo estoy solamente salpicado. Me contento con boludeces: nadie va a poder decir que alguna vez me escuchó enseñando a los cuatro vientos -como hacen todos los decadentes que frecuento día a día- máximas efímeras del tipo "tenés que vivir el presente y el pasado dejarlo atrás", "quién te creés para cambiar el mundo", "tenés que aceptar las cosas como son y en función de eso ir manejándote más o menos como puedas", "el jefe es el jefe, si te hacés el justiciero perdés el laburo", "todo lo que ella hizo antes de salir conmigo le sirvió para estar ahora conmigo", "los chicos te das vuelta y en un segundo lo perdiste", "el tipo iba en una Kangoo", "la primera quincena la pasamos con la familia de ella", "para los quince le vamos a dar a elegir entre la fiesta y el viaje a Disney", "con que mis viejos, mi señora y mis hijos estén bien, yo ya estoy bien", "cambiamos ubicación por ambientes"; no me vas a ver sacando un crédito para ninguna cosa (en especial para comprar una casa o un auto); no me vas a ver levantándome una mina, no me vas a ver justificando el sistema bancario, no me vas a ver despreciando a los negros, no me vas a ver diciéndole a ningún adolescente que tiene que llevar preservativos en la billetera o en la cartera.

          Hasta ahora me viste diciendo que lo importante son las esencias, que las elecciones individuales hacen a un modo de vida colectivo; me viste intentando convencer a los negados -antes de que me lapidaran- que las elecciones personales tomadas en libertad engendran responsabilidad, que si no fueras libre no se te podría reprochar nada; pero que justamente porque sos libre y en ejercicio de esa libertad elegís libremente el mal, te cabe responsabilidad y reproche, y que eso se te puede decir a la cara (para un tío mío, por ejemplo, esto era ser "maniqueísta", Dios santo). Me viste intentando enaltecer la virginidad, que para mí tiene un valor superior al de la promiscuidad y aun al de una sexualidad "normal".

          Me viste explicando que la porquería normal sabe muy bien qué acciones son buenas y qué acciones son malas, qué acciones son inofensivas y qué acciones son perjudiciales, y que la porquería deliberadamente realiza acciones malas en sí, sin que le importe nada si el otro o él mismo se perjudican, baste que dé placer en ese momento. Por ejemplo, algo de todos los días: fumar. La porquería sabe que le da cáncer: fuma lo mismo -si un mono ve que algo se está incendiando, huye; si un decadente ve un paquete de cigarrillos, se lo compra y se lo fuma-. La porquería sabe que fumar le puede traer cáncer a otro tipo que no fuma y que está al lado. O sea, no anginas o dolor de la yema del dedo meñique: cáncer, una condena a muerte con consciencia de estar condenado. No importa, fuma al lado del que no fuma, lo condena, le importa un carajo. De ahí para arriba, miles de ejemplos. No sé, te voy a dar dos o tres: los pelotudos que en el "carril izquierdo" de las escaleras mecánicas de los subtes suben a zancadas esquivando tipos, sin importarles que puedan perder el equilibrio; las minas a las que les gusta coger y se empoman a alguien aunque estén casadas o saliendo o teniendo hijos con otro; los que compran en la caja rápida con tarjeta de crédito, jodiendo a los demás que creyeron de verdad que esa caja era "rápida" y se comieron la cola, los y las chupaculos que ascienden en los trabajos con sus artes de dejarse coger por el jefe, los jefes que se cogen empleadas, los que para sacarte de encima dicen "hablamos" y no te llaman nunca, los que le enseñan a los hijos que no los envían a la escuela pública porque está llena de bolivianos, los que hacen trabajar a los empleados y no les pagan las horas extra porque no se las van a reclamar y si se las reclaman los echan, los que terminan una conversación cuando ya empieza a verse comprometido su punto de vista, los que prefieren no decir para no comprometerse.

          Toda esa porquería -que a esta altura creo que es más del 99 % de toda la que existe-sabe perfectamente en dónde está el bien y en dónde está el mal, y elige el mal, en sus diversas formas. No te digo que salen a matar -aunque hay muchos que si no estuviera prohibido lo harían-, pero le aconsejan a tu novia que por qué no salís con éste que te quiero presentar a la mínima crisis de pareja que tenés, sabiendo que eso está intrínsecamente mal; pagan a algún guardián corrupto para no hacer la cola, se erigen en déspotas familiares, los pierde un culo, entregan el culo y un largo etcétera.

          En este contexto, no hay lugar ya para la ilusión. Los buenos de verdad se murieron todos, o nunca los conocí. Yo soy bueno y para el 99 % -que endiosa la renta y el coito- soy un boludo, un pelotudo de mierda, un forro que no tiene un mango y juzga a los demás, un gordo tarado que habla así porque nunca hizo un carajo de la vida y se pone a criticar al pedo, un fracasado de la vida que se tiene que quejar porque si no no se banca él mismo su fracaso, un tipo que hay que decirle hola qué tal y hasta luego y nada más porque si no te amarga la vida, un idealista al pedo. La novia de un amigo un día me dijo: "Vos lo que pasa es que querés que todo sea como en las películas, el amor y todo eso"; yo no supe qué decir: tiempo después me enteré de que esa filosofía de mierda le servía y le venía como anillo al dedo precisamente porque ella misma se había merdeado en el pasado, dejándose coger por el orto y cosas así, perversiones que ella escudaba bajo la máscara de una supuesta libertad, acciones que según ella transcurrían en el ámbito de su "intimidad", a la que pobló de tantos monstruos que con el tiempo ella misma se transformó en un monstruo. Eso sí, la minita caía bien en todos lados -99% - y a mi amigo a cada rato le decían "¿qué esperás para casarte?"

          Para toda esa mierda el pasado no nos construye: directamente no existe. Y para mí el pasado es lo que sos; me refiero a tu pasado voluntario: es obvio que si te violaron en Dock Sud vos qué culpa tenés -salvo que hayas ido a Dock Sud a que te violen, lo que hoy por hoy, aunque ME parezca mentira, no puede válidamente descartarse-, pero si pudiendo elegir entre robar y no robar agarraste y robaste, bueno, esa idea de dejar tu pasado de ladrón en un plano meramente onírico es la peor hipocresía. Es como negar las casillas negras del tablero, como decirle al mecánico al que le compraste un auto usado que ponga el cuentakilómetros en cero. Y si te redimiste es porque antes fuiste ladrón, porque si no qué sentido tendría decir que te redimiste, de qué te redimiste si antes no afanabas y ahora tampoco. De qué se redimió tu mujer que ahora se acuesta solamente con vos, si antes no se cogió a veinte por mero placer, si antes no fue a bailar con forros en el bolso por si el chabón que todavía no conocía y que se iba a coger unos minutos o unas horas más tarde no llevaba. Qué va a dejar de fumar un tipo que nunca fumó, qué va a dejar de chupar un tipo que jamás se lo vio como a un asqueroso de esos que encontrás a la mañana tirados en la calle y meados encima del peludo que llevan.

          Yo me rompí el culo -simbólicamente-, me rompí el culo venciendo tentaciones, intentando construirme como un tipo con una moral, para que ahora cualquier pelotudo que se cree portador de un aparente sentido común colectivo y legitimado venga a ponerla en duda. Para esta cosmovisión de mierda, da lo mismo el culo roto que el culo sano, da lo mismo ocultar que decir, da lo mismo ahorrar que patinarse todo, da lo mismo tener una conducta de vida recta que no tenerla. Esta porquería, que es más del 99% de los que ves, sostiene que, en definitiva, una acción es buena o mala si para vos es buena o mala, que no hay acciones universalmente buenas o malas, que los valores son lo que son para vos y no en general, o sea que para ellos no hay valores anteriores al hombre, los valores los ponés vos. Toda una Axiología de la decadencia, según la cual si ayudás a las ancianitas a cruzar la calle o no mentís o hacés frente a los compromisos que asumiste es porque a vos te gusta y no porque esté bien desde una óptica de moral general. Esta horda -que comprende a casi toda la Humanidad- sostiene que, en definitiva, lo que uno haga no tiene nada que ver con lo que ellos llaman una "supuesta" moral -ya obsoleta por haber acaecido el siglo XXI, o por haberse muerto los abuelos, o por alguna otra excusa inmunda de este calibre-, porque lo realmente importante es no joder a los demás, aunque sostienen a los gritos que esto de no joder a los demás no hay que hacerlo como una forma de conducta que tienda al bien, sino por una especie de lógica de intercambio similar a la del supermercado: vos no tenés que joder a los demás porque normalmente si hacés eso los demás, a cambio, no te van a joder a vos. y ahí empezó y se terminó la filosofía de mierda que comulga la turba. El mal, para ellos, es solamente cuando alguien te jode, y el bien es cuando vos no jodés a nadie. Lo demás -por ejemplo: ser solidario, abrazar una causa justa, combatir lo injusto- corre por cuenta de cada uno, y no está ni bien ni mal, es algo que te gusta o no te gusta hacer.

          Entonces yo ya no sé nada más. He vivido solo, estoy solo, me moriré solo, envuelto en mi filosofía que creo que es la buena, pero ya sin saber cuál es el lugar en que esta filosofía puede desarrollarse, adónde está el Otro, qué pasó con el prójimo que me enseñaron en la primaria, cómo hacer para seguir viviendo en este mar de excrementos que todos construyen, dónde encontrar un tipo que no esté contaminado, un tipo en serio, una mina de verdad, alguien que no utilice el ocio para degradarse.

          Y hasta a mí me han llegado los coletazos de este modo de pensar y de conducirse por la vida tan roñoso y falto de autocrítica, porque hace tiempo me di cuenta de que si no me pego un tiro no es porque esté intrínsecamente mal quitarse la vida, no es porque debe uno prosternarse frente a su superior e intangible condición de humano digno, sino porque le tengo pánico al dolor, aunque sea a esos dos o tres segundos de terrible dolor físico que seguramente sobreviene antes de que todo se termine para siempre.

sábado

Otro paréntesis: Miren cómo empieza esta nota de La Nación de hoy

          Se llama La mujer de 102 años que no puede olvidar. Se los dejo, un abrazo:

          La mujer está casi ciega, tiene 102 años y aún recuerda la línea verde en los dientes de aquel chico de 14 que murió, literalmente, de amor por ella. Era un vecino de enfrente que estudiaba en el Liceo Naval, quería ser marino y tenía una pistola.

          El muchacho había nacido en La Pampa, en algún lugar donde el agua manchaba, y tenía una sonrisa decepcionante con esa maldita línea que, a la mujercita, tanto le repelía. El marinerito la requería en amores, pero ella le escapaba al convite. Entonces, un día, el muchacho se pegó un tiro.

          Todos quedaron espantados en el barrio y algún tiempo después el hermano mayor de aquel malogrado cadete llamó a la chica de enfrente y le hizo una extraña pregunta: "¿Pero por qué no lo querías?" A lo que la chica respondió llorando: "Porque tenía la línea verde en los dientes". Y no paraba de llorar y de decirle a todo el mundo: "Si él me hubiera dicho que se mataba, yo lo habría querido. Lo juro. Lo habría querido".

Paréntesis por algo que me acordé: mi tío Martincito

          Antes del artículo que prometí quisiera volcar aquí un recuerdo que se me vino como una saeta horrible. Quisiera hacerlo cortito porque me siento muy mal.

          Mi tío manejaba un taxi desde hacía más o menos diez años. El taxi era de mi abuela. Cuando el tipo nació, su mamá murió en el parto; según mi viejo, durante toda la primaria tuvo temor de entrar a la escuela porque el guardapolvo blanco de los maestros le reflotaba una huella del inconciente y entonces lo relacionaba con el delantal de los enfermeros tratando de salvar a la madre. Lo crió mi abuela después de la muerte de su hermana. El padre desapareció: se fue a vivir a una villa miseria.

          Mi tío para los ochenta se había casado con una chica de barrio a la que el padre trataba mal y que tenía un hermano estrábico y muy vulgar, que hacía ruido con la boca cuando comía. Un día vendieron todos los muebles y se fueron a vivir a Estados Unidos, pero luego de unos meses terminaron ambos pidiendo limosna en Nueva York y durmiendo en el subte. Cuando regresaron a Argentina, la chica de barrio lo dejó y formó pareja con uno que cobraba un sueldo. A pesar de estas contrariedades, el hombre había estudiado inglés en una academia también de barrio y sabía pilotear avionetas, no me preguntés cómo. Tenía una relación ambigua con mi abuela: parecía más la mujer que la tía. Le decía "mamá", porque no había conocido a su madre, salvo la fantasía inconsciente de que una madre se moría todo el tiempo. Para resistir este desorden, constantemente le ponía sobrenombres.

          El caso es que este hombre, que -ponele- se llamaba Martín, derrumbado por sus condicionamientos, se resignó a trabajar de taxista. Manejaba un auto que compró mi abuela luego de vender el que tenía su esposo muerto.

          Imaginate que si mi a mi tío le generaba culpa el solo hecho de haber nacido -ser homicida de su madre- todo lo demás no le iba muy en zaga. Su vida era un rosario de incapacidades y fracasos. Nunca tenía un peso. Vivía en un ambiente mal construido ubicado en una terraza: cuando la porquería iba a tender la ropa, por una ventana desbandada imposible de arreglar se veía la casa de Martincito, siempre desordenada, porque comía, se bañaba y miraba televisión en lo de su madre. Él no tenía televisor ni otra comodidad que un placard y una cómoda. Quería salvarse con la quiniela y hacía comentarios tipo "hoy salió el cero siete... Yo le jugué al VEINtisiete y al CUARENtisiete..., mirá vos."

          Cierto día un pariente pronosticó, sentado a la mesa de la casa en que yo vivía con mis padres, que a la sazón estaba repleta de comida:


-Yo lo que no sé es por qué Martín no se saca una obra social. El día que le pase algo nos vamos a fundir todos, va a haber que empezar a sacar plata para pagar lo que haya que pagar. Está COMPROMETIENDO a toda la familia. ¿Sabés lo que está una simple radiografía? Imaginate si tiene que caer en terapia intensiva, son dos mil, tres mil pesos POR día. Yo no sé, ¿no tiene conciencia? Vamos a terminar todos fundidos, y no es que no se lo pueda pagar, porque el taxi lo maneja diez doce horas por día y a veces más. Lo que es, es que no le interesa nada de la gente que está con él, que justamente somos todos nosotros.


          Ese pariente que hablaba -que no nombro, porque viste cómo se alimenta la susceptibilidad de los que tienen la panza llena- tenía mucha plata. Yo pensaba: "¿comprometiendo? ¿a quién compromete? ¿qué problema tenés con el compromiso? ¿qué pasa, no te gusta tener un pariente en un hospital público? ¿por qué no ves este asunto como una inversión? Pagale vos la 'obra social' y te vas a ahorrar todo ese problema que decís que vas a tener. Vos vivís en un palacio y él en un cuchitril. Vos te mandás pedir vestidos no sé de dónde y él aprovecha las ofertas que ve pasando con el taxi por Pompeya. Vos tirás la casa por la ventana cada vez que hacés una fiesta y él no tiene ni casa ni ventana. Pagáselo vos y callate la boca, ¿o qué otra cosa estás queriendo decir? ¿Realmente considerás que el indigente de Martincito se está cagando de risa de todos ustedes? ¿No ves que no tiene un mango? ¿No ves que tuvo una vida de mierda? ¿No ves que lo abandonó la madre, el padre y la mujer? Y además, ¿lo único que te preocupa de su futura e improbable enfermedad, que todavía no le agarró, es que vas a tener que gastar plata en curarlo? ¿En qué otra cosa te gustaría gastar la plata? ¿En boludeces de shopping? ¿En otro auto? ¿En otro yacuzzi? ¿Por qué no te vas a la mierda?"

          Yo también pensaba: "Ustedes son un montón. Si se ponen de acuerdo -a precio de hoy-, podrían solventar entre todos la medicina prepaga de Martincito gastando menos de 20 pesos cada uno. La miseria material de Martincito se refleja en sus miserias espirituales." Pero claro que yo no podía decir nada de esto, porque vivía con mi padre, y el primero que me iba a descalificar iba a ser mi padre, con la aquiescencia de mi madre y el beneplácito de mis hermanos y de todos los concurrentes. A mi familia -como a la monstruosa mayoría de la porquería- le gusta recriminar las eventuales ayudas que da, como para que quede bien claro que vos sos gracias a mí; pero la subvención de las cuotas de medicina prepaga para Martincito iba a ser una "ayuda" que no iban a poder cobrar pasando ninguna factura: no sólo porque mi tío no tenía dinero y nunca lo iba a tener, sino, además, porque en su estructura psíquica no había lugar para más culpas, tampoco la que ellos le buscaran generar.

          Así que mi familia, acostumbrada al método Santa Rita de que todo lo que te da de algún modo te lo quita, comenzó a considerar -apelando al ideario clasemediero de piojo resucitado- que el hijo de puta se hacía el pelotudo para sacar todo de arriba. Entonces fue mi viejo y le ordenó que se pusiera como adjunto de mi carnet del Santa Isabel, un sanatorio también de clase media que quiere cagar más de lo que el culo le da. No sé cómo iba a hacer para pagar, no sé. Al mes siguiente, por haber recomendado un cliente, me llegó cero pesos de cuota. "Che, papá, lo voy a llamar a Martincito para que paguemos la mitad cada uno", le dije a mi viejo. "Bo hacete el boludo, si dice cero, vo pagá cero, ¿pa qué vas a llamar, a quién?" Yo tampoco tenía un mango y en esa época era muy pero muy cagón de mierda. Mi padre me echaba de la casa cada vez que podía: pensé en mí, como pensaron mis parientes, y no compartí esa primera cuota con Martín, mi tío de treinta y pico de años tan desventurado que ahora tendría que pagar, por mi gran culpa, el cien por cien de la millonada que era para él la mierda esa del Santa Isabel.

          Otro día, ya con el carnet de premédica engarzado en el culo, vino con mi abuela a comer a casa. Era un sábado a la noche, tenía plata, hacía calor: boludamente me tenía que ir con unos conocidos no sé, a seguir perdiendo, a tomar una Coca por ahí, no sé, a seguir siendo un pelotudo, pero en otro lado. Se armó una discusión porque mi abuela decía que Martín le pasaba poca plata por el taxi. Mi abuela le preguntaba a mi papá, que estaba sentado en la cabecera de la mesa: "Decime, ¿cuánto es que se le da al chofer?" Viste cómo es la clase media: todo el tiempo se caga en la ley, pero cuando quiere un garbanzo más en el guiso investiga hasta en el Código de Hammurabi. Desventajas de haberles enseñado a leer. "El 35 por ciento, mamá", contestaba mi viejo, dictaminando como Justiniano después del lechón de fin de año. "¿Y cómo es eso? Porque no entiendo", contestaba mi abuela; y mi papá decía: "Más o menos tenés que dividir por tres y dárselo". "¿Pero todo o antes hay que pagar los gastos? Porque vos decís 35 por ciento pero DE QUÉ..." preguntaba mi abuela; y mi papá le decía "no, por supuesto, vos primero sacá tus gastos, y de lo que sobra le das dividido tres a él y lo otro te lo quedás vos". Mi tío me miraba y se reía cobardemente, como un empleado público que se enteró de que a partir de ahora le bajan el sueldo. Yo te aseguro que el tipo le daba TODO a mi abuela, no sé para qué se armó esa conversación, quizás para reforzar el hecho de que uno era el dueño del auto y otro el forro que lo manejaba, que eso quedara bien claro.

          Mi tío Martincito un día no aguantó más y se murió. Días antes había ido al Santa Isabel, como quería mi pariente, porque le dolía el brazo izquierdo y el estómago. Le dieron no sé, un digestivo, algo así. Al poco tiempo fue a visitar a una mina que no sé cómo se había levantado en el taxi, una de éstas en que no podés confiar. Antes de entrar se cayó redondo en el pasillo del departamento. La mujer, que tenía el teléfono de mi abuela, pero que no la conocía, lo primero que hizo fue llamar a la policía, "se murió alguien en la puerta de mi departamento, sí, teníamos una relación pero nada más". Lo sacaron los enfermeros del palier, igual que cuando bajaron de la camilla a su mamá después del parto. Tenía no sé si 40 ó 41 años.

          Nos enteramos dos días después, porque se murió un día de "feriado largo" y casi toda la familia estaba en alguna pelotudez superflua, esos viajes que hace la clase media cagándose en todos y pagando para que los sirvan. Cuando hubo que ir a reconocer el cadáver, ya tenía la autopsia hecha, estaba todo abierto. "Muerte dudosa, lo que pasa que lo tiene un juez por muerte dudosa", repetían. Mi viejo dijo que cuando lo tuvo que reconocer tenía en la boca el mismo gesto que la madre.

          O sea que en la "obra social" a la que lo mandó mi pariente también se lo quisieron sacar de encima y lo atendieron para la mierda, no vaya a ser cosa, como decía mi pariente, que haya que andar sacando plata de algún lado para que éste se cure, comprometiendo a toda la empresa. Le diagnosticaron mala digestión cuando el tipo se estaba muriendo del corazón. Necesitando un útero, debió salir en taxi a recorrer la mierda, a empastarse con porquería cotidiana, a tragarse un taxipancho de apuro para llevar guita siempre insuficiente. Viajó diez años en un taxi que le prestaron, repasó la ciudad yendo y viniendo, buscando debajo de la alfombra de asfalto a ver si en algún lugar asomaba la vieja perdonándolo. Aprendió a andar en avioneta para ir al cielo, donde le dijeron que estaba la mamá, pero allá tampoco la encontró. Al lado del coche fúnebre, otro tío lloraba: "Yo te juro que no sabía cómo vivía, cuando vi el departamento me quería morir", me dijo. Yo pensaba "no te hagás el pelotudo, vos, que si no veraneás en Brasil se te paspa el orto. Sabías perfectamente cómo vivía, lo que pasa es que jamás te ibas a hacer cargo, sorete". "Yo lo crié", decía mi abuela, y era verdad: si no hubiera sido por ella, el chico se habría muerto antes, en la villa en donde vivía el padre que se rajó, si es que no se murió como me parece que se murió. "Pobrecito", decía mi papá; "¿pobrecito?", pensaba yo, "¿y ahora adónde te metés el 35 por ciento, hijo de puta? ¿por qué no te vas a calcular comisiones según convenio a la recalcada concha de tu madre? ¿El 35 por ciento de qué, la puta que te parió? ¿pobrecito? Le cobraste todo el alpiste que el tipo te rogaba piando como un pájaro hecho mierda, hijo de puta, vos y todos los demás; no aguantó, no se aguantó la muerte de su madre, a ustedes les debía todo el tiempo y ustedes se lo hacían notar; afuera, después de que lo dejó la mujer se buscaba putas de taxi, porque consideraba que no podía pagarse algo que valiera lo que debe valer. Así que 'pobrecito', andá a la puta que te parió. Lo dejaron solo y ahora se fue, no sé qué carajo lloran".

          Y así mi tío Martincito se fue. Un día lo soñé con el pelo largo y muy libre: discutía números de quiniela con otra gente que también estaba muerta, iba de acá para allá en el cementerio, mandaba saludos, fumaba. Lloré un rato y después me alegré tanto que no entendí por qué había llorado.

jueves

Está bien

          Está bien, todavía tengo necesidad de decir algunas cosas. Es la tristeza, la tristeza. No es que me haga rogar, no es que diga una cosa y haga otra, no es que neuróticamente entre y salga todo el tiempo: en realidad es que no aguanto la tristeza. No aguanto, no aguanto, no aguanto, hago lo que puedo; voy siempre ingenuo a la captación de las esencias; todas las veces -toda tu mierda- la tristeza me vence. No hay por dónde, no hay para qué. No hay luz en el fondo del túnel, no hay nada, ni luz, ni aire, ni túnel, un carajo hay. Hay porquería justificándose. No pasa un solo segundo que no esté triste, rodeado de filosofía de segunda, de porquería que seriamente me dice. No hay esperanza tampoco; nadie de la porquería, que no lee nada, que mira televisión como miraría un orangután, que fantasea hecatombes tipo Alemania 1939 pero contra los negros, bueno; nadie de esa mierda sabe que en la puerta del Infierno hay un cartel que no dice "Cuidado con el Diablo" o cosas así: dice "Perded toda esperanza", que es de lo peor que te puede pasar, porque además no hay un puto tipo al que le interese esa degradación de la plenitud de tu alma, por la sola razón de que el que se jode sos vos. Ahora, si a ese pelotudo le suben diez pesos la luz, preparate para tener que escucharlo putear quince o veinte minutos, esgrimiendo lágrimas de derecho vernáculo.

          Así estoy. Plagado de mierda, de mierda, todo de mierda, toda TU mierda.

          Seguiré diciendo, demacrado por todo lo que no hay, hastiado de lo que hay, sin esperar que haya otra cosa, porque no hay otra cosa. No me pego un tiro porque soy un cagón de mierda: me da miedo de la película cagona que me proyecto llorando, imaginando el desastre de la bala destrozando el temporal y desparramando a la mierda pedazos de cerebro, las desesperaciones de la asfixia, las revueltas vomitivas del envenenamiento, terror de esos segundos que preceden a la muerte, de la consciencia de la muerte que reflota un instante antes de la muerte. Algún pelotudo va a decir que escribiendo soy un adolescente: que se vaya a la concha de su madre, a acariciar a los hijos que tuvo con la fálica de su mujer pensando que así son las cosas, universalmente hablando.

          Así que, entre tanta deposición, no puedo sino adelantar el título de mi próximo artículo, fruto de otra de mis desilusiones. Asomará a la crítica de la porquería en los próximos días y se llamará "Una experiencia anal".

          Hasta entonces.

lunes

Adiós

          Amigos, abandono estos papeles.
          Todo me defraudó. Jamás fueron suficientes ni mi cariño ni mis esfuerzos. Mucho menos mis palabras, no convenzo, nada.
          Adiós.
          Ganó la porquería.

viernes

De la crónica diaria

          Hoy uno de los de la porquería, que estaba a mi lado, escupió entre las vías del subte.

jueves

Lo que viene lo que viene

          Se vienen muchos escritos dedicados con injuria o resentimiento a la porquería vencedora, aunque me denigre yo también hablando así. Si mi padre no fuera un perverso, mi madre una masoquista que bobalizó su inteligencia, mis hermanos dos oportunistas que nada harían sin sus adhesiones al régimen que impone patológicamente mi padre y mi madre tolera, place y legitima sin menos elenco mórbido, quizás mi tía tendría razón.

          Todo esto viene a cuento de que el costo de no ser neutral -en mi caso, evidenciar mis incompetencias de pluma- no puede relegar la necesidad de denuncia de los que tienen media vocación de interacción. No puede ser gratis ser neutral: la neutralidad es la soberbia de los indotados. El agua es neutra y por eso mismo pierde pureza a cada rato; es más, agua pura no hay en ningún lado. El que tenga oídos que escuche.

sábado

El principio de Lavoissier reformulado por Pi Pío



Todo se pierde.
Todo se transforma en algo peor.


Pequeño diccionario psicobolche II

          Me olvido de muchas palabras, pero aporto algunas. Quizás más adelante engrose este pequeño glosario con más voces extraídas del uso psicobolche corriente.

          Abogado: Burgués que defiende a otros burgueses. Los abogados que no son de izquierda visten de corbata; los de izquierda llevan chaleco sin corbata o camisa con pulóver de escote redondo y saco pesado, tipo de corderoy o de lana gruesa. No obstante ello, el psicobolche vez a vez necesita del abogado burgués, porque en líneas generales sabe más que el abogado psicobolche, que solamente se dedica a derechos humanos.

          Aborto: Un derecho de la mujer sobre su propio cuerpo. Los psicobolches no consideran que el aborto signifique matar a nadie, y no piensan así porque la Iglesia Católica piensa así, no por otra cosa. Creen que el feto no es una persona, que es parte de la madre y que la madre con esa parte puede hacer lo que quiera, como con una uña o una verruga. De última se agarran de lo que dijeron en E.E.U.U. en Roe vs. Wade, eso de que el feto tiene que tener "viabilidad" para ser una persona, claro que no saben que eso salió en Roe vs. Wade ni que esa doctrina haya nacido en norteamérica. Los que conocen Roe vs. Wade sostienen que en realidad esa doctrina no es norteamericana, que los norteamericanos la tomaron de otro lado, por ejemplo de México o de algún patriota nicaragüense o algo así.

          Abuelas de Plaza de Mayo: No voy a decir nada de esta agrupación: al igual que las "Madres", la controversia es inevitable. Para los psicobolches solamente se deben decir cosas buenas de Madres y de Abuelas. Como este es un diccionario crítico, no voy a decir nada. Sólo que su forma apocopada es "Abuelas". Por ejemplo, militaba en Abuelas hasta que se pasó a Madres.

          Abuelo: El pariente más querido, aunque se sospecha que también hizo de las suyas.

          Alfonsín: Hasta que dictó la ley de obediencia debida, todo bien, quizás el padre de la democracia. Pero después de que dictó las leyes de punto final y obediencia debida fue "el bigotudo", sin carácter y títere, que se bajaba los pantalones con Ronald Reagan y que le entregó el poder a la derecha, un hijo de puta que incluso se descubrió que en la época de los militares denunció a varios por actividades subversivas. Incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 1978, traía todo un expediente donde lo culpaba principalmente del genocidio de ponele 10.000 tipos.

          Alternativo: En el terreno del arte, de las corrientes de pensamiento o de los productos del mercado, lo "alternativo" es aquello cuyas formas de generación son diferentes de aquellas "instaladas" en el modelo industrial, de modo que el producto mismo adquiere, por ello, una significación simbólica especial y de refuerzo de la ideología que lo sustenta.
          Por ejemplo, el teatro alternativo propone como innecesarios los grandes despliegues escenográficos, la escenografía, el vestuario de los actores y aun el propio escenario; en el teatro alternativo no hay telón. Una radio alternativa es la que produce un discurso "contrahegemónico" y se sostiene económicamente por la poca propaganda que logra vender y por la realización de fiestas por parte de sus integrantes, que incluyen a la radio, además, en un proyecto cooperativo.

          Apropiar: Voz que denota desde los '80s la acción de comprar o recibir un niño cuyos padres fueron desaparecidos durante la última dictadura militar, con conocimiento de su origen. Quienes tomaron a los menores son apropiadores; niños apropiados son aquellos que fueron vendidos, regalados o tomados por otras personas de forma ilegal.

          Articular: Juntarse entre varias "organizaciones" para hacer cosas juntos. "Articular entre compañeros de distintas bases", por ejemplo, es formar grupos con gente que pertenece a otros grupos y salir a, también por ejemplo, hablar sobre la permisión del aborto en alguna escuela que les preste el patio.

          Barrios: Villas miseria. A las villas les dicen "barrios", y "trabajar en barrios" es, por ejemplo, ir a la villa a dar clases particulares de matemática o hacer talleres de radio para niños, adolescentes y ancianos en ese lugar. Ojo, es admirable, y esto lo digo en serio.

          Bicicleta: Medio de transporte por excelencia.

          Birra: No se dice cerveza; en el ideario psicobolche, la birra es, junto con el vinito, la bebida por excelencia. La birra, además, no se utiliza en esta cultura para cocinar: sólo para beber. Los psicobolches prefieren la birra al champagne: estuve en una reunión de izquierdistas en la que, luego de brindar con el champagne que yo había llevado, uno de los concurrentes, luego de los primeros sorbos posteriores al tintineo de copas propuso que "con que se levanten dos manos abro una birra", y todos levantaron la mano y pidieron, uno a uno, que les dejaran por ahí las copas. Unos minutos después, una de las chicas las vació en la pileta de la cocina y allí se sirvieron la birra, hecho que, además, motivó que alguno propusiera ir a buscar "vasos - vasos" a algún lado.

          Churro: Irónicamente, cigarrillo de marihuana. Especialmente se refiere al cigarrillo más grande que el habitual.

          Cocaína: Droga muy cara. Todos los psicobolches alguna vez se dieron un saque, incluso alguna vez tomaron ácido. Ellos piensan que los que tienen las bolas bien puestas se drogan, y que los "caretas" que no se drogan son unos pelotudos y en el fondo unos hipócritas. Repito, no hay que olvidar que en ese pensamiento -que es uno de los más autoritarios que conozco- todo lo que no pase por el filtro psicobolche no tiene existencia. Entonces, el que no se droga es un hipócrita, porque, bajo esa óptica, si drogarse es bueno, entonces el que no se droga sólo esconde su derecho al placer por un prurito social.

          Comandante: Reemplaza a la voz "General" en las organizaciones de izquierda que eligen ejercer la lucha armada. Hay también Subcomandante; de hecho, el Sr. Marcos, que lidera el Ejército Zapatista de Liberación indígena en México, ha tomado el grado de subcomandante como guiño ideológico a la figura del "Che" Guevara, a quien considera el Comandante por antonomasia.

          Compañero: 1.- Cualquier persona que pertenezca a la misma organización de la que se es parte.
          2.- Cualquier persona que sea de izquierda.
          3.- Cualquier persona que no milite en organizaciones de izquierda, pero que esté pasando alguna necesidad originada en el normal desarrollo del sistema capitalista.

          Condicionar: Influir. Se utiliza casi con exclusividad para dar cuenta de que un fenómeno o un discurso que son partes del estado de cosas actual resultan de gravitación inapartable en una conducta. Para ser más claros, la izquierda opina que el pensamiento del "hombre común" está condicionado por la información que recibe de los medios. Del mismo modo, que las ideologías están condicionadas por la existencia de discursos alternativos. Que el amor está condicionado por el SIDA, y así siguiendo.

          Escrache: Forma de vindicta pública, acción colectiva que consiste en manifestarse en el domicilio de alguien sindicado como genocida, miembro de responsabilidad de la dictadura militar o personaje que intervino en la desaparición de personas o entrega económica del país, y que aún no ha sido sometido a proceso por la Justicia republicana. Las manifestaciones incluyen declaraciones de viva voz o mediante el uso de altoparlantes, arrojo de volantes, cantos de denuncia, cortes de calles, participación de la prensa, roturas de vidrios, fijación de consignas con pintura en aerosol en las paredes de la casa del escrachado y otras formas de suciedad del lugar considerado no grato, tales como arrojo de huevos, basura y materia fecal.

          Exterminio: Acción masiva de los militares de la última dictadura en Argentina, de matar a aquellos que antes secuestraban y torturaban, todo ello al margen de las disposiciones legales.

          Forro: No dicen "preservativo", dicen forro. Por ejemplo: El martes se me acercó, pero no pudimos coger porque no había forros.

          Genocida: Militar, policía o miembro de fuerzas parapoliciales o paramilitares que actuó durante el genocidio. Los genocidas prófugos son aquellos que burlaron el accionar de la Justicia.

          Genocidio: 1.- Persecución, secuestro, tortura y muerte de personas por parte del último gobierno militar argentino.
          2.- Período histórico en que se desarrolló ("Proceso de Reorganización Nacional", 1976-1983).
          3.- Genocidio de pueblos originarios; Genocidio colonial: Matanza de aborígenes latinoamericanos por parte de los colonizadores españoles.

          Grados militares: Las organizaciones armadas de izquierda se estructuran como una fuerza de índole militar, y sus miembros se dan también grados militares -ver la voz Comandante-. A fines de la década de 1960, por ejemplo, una articulación armada llamada ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), se organizó, paradójicamente, a partir de un diagrama militar similar al de las fuerzas armadas del poder burgués que intentaba derrocar. De este modo, cada Escuadra de 10 a 12 combatientes debía estar liderada por un Sargento; tres escuadras formaban un Pelotón, al mando de un Teniente; tres pelotones se unían en una Compañía cuyo jefe era un Capitán, quien a la vez debía responder al Estado Mayor; tres compañías formaban un Batallón regido por un Comandante y también un Estado Mayor.

          Haber: Se utiliza en muchas oportunidades para reemplazar a "tener" -voz de clara connotación de mercado-. Ejemplos que alguna vez escuché: ¿No te das cuenta de que no hay 80 pesos?; Queso no hay, ¿es lo mismo si le pongo más salsa?; perdón, ya sé que el que te invitó a comer fui yo. Ver el ejemplo en la voz Forro.

          H.I.J.O.S.: Se trata de una organización cuya sigla significa "Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio". En su página se delinean los objetivos: "Es una agrupación creada en 1995, a partir la necesidad de juntarnos, reivindicar la lucha de nuestros padres y sus compañeros, buscar a nuestros hermanos apropiados, luchar contra la impunidad. A más de 14 años, seguimos luchando por la cárcel común, perpetua y efectiva para todos los genocidas de la última dictadura militar, sus cómplices, instigadores y beneficiarios".
          Los militantes de H.I.J.O.S. persiguen la aplicación de las leyes represivas del Estado de Derecho actual para los militares que tomaron el poder en 1976, de modo de que la democracia quede afirmada y caiga el peso de la ley sobre los genocidas; no obstante, al "reivindicar la lucha de nuestros padres y sus compañeros" parecieran sostener el método de difusión de ideas utilizado por esos padres y compañeros, que consistió llanamente en la toma de armas para acceder al poder. En efecto, dicen los H.I.J.O.S. que "Reivindicamos la lucha de toda esa generación, más allá del lugar que haya elegido cada uno y de las formas que haya tomado esa lucha".
          Claramente, en H.I.J.O.S. reivindican la lucha armada y la conformación jerárquica de una organización bajo el calor de las ideas materialmente militares; reivindican el saqueo de bancos para obtener fondos para la lucha y el adiestramiento en el uso de las armas a los adolescentes; reivindican los secuestros extorsivos y el fusilamiento de los secuestrados; reivindican la toma de escuelas y de ciudades enteras; reivindican la clandestinidad en el monte y la muerte de soldados conscriptos. Ojo, los militares del 76 eran otra basura y siguen reivindicando que está bien que hayan torturado y matado a miles de personas con un estilo parapolicial funesto.
          En este punto, yo no sé bien qué dice la "Teoría de los Dos Demonios", pero que ambos lados estaban poblados de hijos de mil putas, eso estoy seguro.
          Así que H.I.J.O.S., no se hagan los "horizontales", chiquitos. Porque sí, dicen que son "horizontales" y que todas las decisiones, por más pequeñas que sean, se toman en Comisiones bajo la forma de Asambleas, sin jefes, ni comisiones directivas, ni presidentes. ¿Entonces, sin autoridades, reivindican la existencia de "Comandantes", "Sargentos", "Tenientes", etc.? No entiendo, chicos. Por estas inconsistencias jamás van a ser seriamente considerados.
          Pero bueno, para los jóvenes de izquierda, haber militado en H.I.J.O.S. o hacerlo actualmente es un honor, a la vez de un galardón simbólico.

          Hitos de la historia argentina: Los grandes momentos a tomar en cuenta en la historia argentina son, en la visión psicobolche, aquéllos en los que, a su criterio, se manifestó con más fuerza el impulso por la creación perversa del Estado burgués. Ello, con el fin de crear una nueva conciencia, de develar una verdad iluminada por el destello de la Nueva Era, que tira luz desde un porvenir incierto pero mucho mejor que este presente. Entonces sólo hacen referencia en sus discursos pretendidamente didácticos a: 1) La Conquista española (genocidio aborigen); 2) El empréstito de 1820 de la Baring Brothers (comienzo de la deuda externa por imposición del orden internacional generada por el capitalismo incipiente que ya enseñaba sus garras); 3) La Conquista del Desierto (primer genocidio local; el de Rosas no es tenido en cuenta, porque no hay que olvidar que todo aquello que los psicobolches no focalizan, no les interesa); 4) El Proceso de Reorganización Nacional (segundo genocidio).

          Identidad: 1.- No es utilizado en el mismo sentido de "igual a". Tiene, en primer lugar, un significado simbólico directamente vinculado con la represión militar de los años '70. Los hijos y nietos de desaparecidos figuraban registralmente con otros nombres. Cuando se logró averiguar quiénes eran sus verdaderos padres o abuelos, se dice que estas personas recuperaron su identidad. Básicamente tener identidad, en este sentido, significa conocer que se es hijo o nieto de desaparecidos.
          2.- Estilo, carácter, marca personal o de grupo, forma especial de abordar una tarea habitual. Lo primero que hay que construir es una identidad, para que la gente con la que tratemos sepa quiénes somos y hacia dónde vamos.
          3.- Consciencia de clase, en sentido marxista. La clase media no tiene identidad.
          4.- Consciencia de pertenecer a la "raza latinoamericana", actitud mental que tiende a derribar todo resabio o influencia respecto de la influencia europea o yanqui en nuestro estilo de vida y en nuestro pensamiento.

          Imperialismo: Neocolonialismo.

          Impunidad: Situación de los militares, policías, personal parapolicial o paramilitar que, involucrados en hechos aberrantes de violación a los Derechos Humanos, fueron amnistiados, sobreseídos, absueltos o ni siquiera perseguidos por el sistema penal del orden republicano. Las leyes de "obediencia debida" y "punto final" dictadas durante el gobierno del presidente Raúl Alfonsín significaron, en esta visión, el resultado de una negociación espuria condicionada por cuestiones de mercado y de política internacional -especialmente fogoneada por el imperialismo yanqui- al solo efecto de generar impunidad, en parte porque muchos políticos y empresarios estarían involucrados en el genocidio.

          Intervenir: 1.- Realizar inscripciones, dibujos, roturas de partes o colocación de papeles u objetos especialmente en carteles, con el fin de manifestar una idea. Yo mismo una vez salí a intervenir carteles: la intervención consistía en pegar un círculo rojo en la punta de la nariz de los políticos que se retrataban en esos carteles, de modo que quedaran expuestos como payasos.
          2.- Realizar los mismos actos con el fin de crear una manifestación artística. Existen, por ejemplo, intervenciones en azulejos de baño, realizadas con fibras de colores, que construyen formas más o menos abstractas.

          Levantar: Pagar. Hay que levantar los cafés.

          Lilita Carrió: La odian, porque es muy católica. Es de izquierda, todo lo que quieras, pero a la Gorda Carrió la odian porque se lleva bien con la Iglesia y usa crucifijos.

          Lucha: Militancia, y las acciones colectivas que ella importa; por ejemplo, la realización de marchas, la intervención de calles. la oposición al poder policial, etc.
          Para los psicobolches, la lucha sólo puede derivar en otros ámbitos de lucha, de modo que nunca se lucha para buscar soluciones, sino para generar nuevos escenarios de lucha. Incluso en este aparente sinsentido se hallan involucradas las formas mismas que adopta la lucha, independientemente de sus fines -véase, si no, que en toda lucha se detiene a varios de sus participantes, circunstancia que da motivo a una segunda lucha por la liberación de los arrestados, que luego continúa durante el juzgamiento de los revoltosos, luego en los pedidos de soltura de los condenados, luego en el reclamo de indemnizaciones al Estado por el encarcelamiento aparentemente injusto, luego por la "desaparición de los medios" del caso, luego por la memoria de los hechos inicuos, luego por el monumento a esa memoria, luego por el emplazamiento del monumento en otro punto de la ciudad más visible, luego por la declaración de interés nacional del monumento, luego por el permiso de realización de actos tumultuosos alrededor del monumento, luego por la liberación de los detenidos durante esos actos y así sucesivamente-.
          Una vez un muchacho que se disfrazaba de Lenin me dijo, creyendo haberme visto en algún lugar: A vos seguro que te conozco de la lucha.

          Madres de Plaza de Mayo: Bué, éste es un tema... No sé si hablar. Hay cosas a favor y en contra. Lo que sí te digo es que consideran que la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo es una Universidad en serio, en el sentido de que de allí se genera y transmite conocimiento científico. Quizás porque reniegan del concepto de ciencia dieciochesco; para ellos ciencia es otra cosa, por ejemplo una disciplina cualquiera es una ciencia, como la Educación Física o la Sociología. La forma apocopada de la expresión "Madres de Plaza de Mayo" es "Madres". Ej.: Yo milito en Madres línea fundadora.

          Marihuana: Los cigarrillos de marihuana, para los izquierdistas de Buenos Aires, son más benéficos que los de tabaco. Es decir, no dicen que son menos perjudiciales, sino que son más benéficos, que hacen más bien que los Parissiennes, por ejemplo. Para ellos, la marihuana tiene fines terapéuticos, y el que le niega a un enfermo el derecho de sentir menos dolor fumando marihuana, que es inofensiva, es un hijo de puta. Yo, que no fumo tampoco cigarrillos de tabaco, una vez le dije a un amigo psicobolche que si la sangre va al pulmón a oxigenarse y encuentra humo de combustión NINGÚN cigarrillo puede ser bueno. porque aporta precisamente lo contrario de lo que la sangre va a buscar al pulmón. Mi amigo no me escuchó, no le interesaba ese aspecto del problema de la deslegalización de la marihuana.

          Medios: Sólo significa medios de comunicación.

          Memoria: No denota la facultad psíquica de evocar, sino la obligación de recordar permanentemente las atrocidades cometidas por el último gobierno militar.

          Mercancía: El concepto de mercancía se amplía a otros sectores que, en virtud de la selección realizada por el poder burgués, se incluyen en el sistema de cambio, dejando de lado su valor más allá del precio. Por ejemplo, la información que difunden los medios de comunicación (la "historia oficial") es una mercancía. Eduardo Aliverti dice: La información es una mercancía más que los grupos comandan junto con empresas de cualquier tipo y factor.

          Militancia: Pertenencia acérrima a algún grupo de izquierda.

          Movida: Acción o ejecución de un proyecto. Dice también Eduardo Aliverti: ¿Y de qué independencia puede hablar un periodista en una correlación de fuerzas como ésta, frente a la que en muchas oportunidades no sólo no sabe cuál movida comercial de su patrón afecta con un artículo o comentario equis sino que incluso desconoce quién es su patrón mismo, frente al aquelarre de compras y fusiones corporativas?

          Murga: Expresión artística por excelencia. La murga de izquierda dista de ser una mera reunión de celebrantes del carnaval: es una organización que busca sus medios de financiamiento propios, estructurada jerárquicamente. Sí, aunque no lo creas, las murgas tienen un jefe, un vocero, un encargado de prensa, etc.
Es curiosa, al respecto, la definición de la Real Academia: Compañía de músicos malos, que en Pascuas, cumpleaños, etc., toca a las puertas de las casas acomodadas, con la esperanza de recibir algún obsequio.

          Olvido: Voz de efecto emotivo negativo que denota la conducta desidiosa o motivada en conveniencias de índole económica o política, de no traer jamás a colación la acción del último gobierno militar en la República Argentina en relación con los desaparecidos.

          Orgánico: Producto generado a partir de prácticas de agricultura elemental o de subsistencia, que se realiza, sin embargo, a mediana escala, con el fin de ser vendido y de sostener simbólicamente el modelo de vida natural que propone la izquierda. La sola colocación bajo las formas tradicionales de comercio de un producto orgánico (por ejemplo, un vino orgánico) es un grito de rebelión simbólico.

          Ovarios: Los pisobolches utilizan esta expresión en forma correlativa a lo que en los varones se identifica como "huevos". Los hombres con coraje "tienen huevos"; las mujeres con coraje, "ovarios". Los ovarios que hay que tener para aguantar los dolores del aborto.

          Parir: No se dice "dar a luz", ni "tener un bebé". Al acto de alumbramiento los psicobolches le dicen parir, voz a la que, además, le confieren un sentido místico. Por ejemplo: La minita parió dos hijos, ¿entendés? y laburó y todo sola.
          Hay otra acepción, relacionada con un sentido revolucionario, tendiente a denotar que se arriba a un nuevo tiempo en el que las cosas van a ser como ellos quieren, o algo así. Silvio Rodríguez, por ejemplo, tiene una canción que se llama "La era está pariendo un corazón", locución que un lector que no es de izquierda jamás llegaría a desentrañar, por más que sea especialista en metáfora.

          Pibe: Niño marginado, excluido de los beneficios de vivir en sociedad. Antes decían "pibes de la calle"; ahora el término se ha apocopado. León Gieco tiene una canción cuyo estribillo dice "¡Bajen las armas, que aquí sólo hay pibes comiendo!"

          Pueblos originarios: Así llaman a los indios que estaban en el territorio argentino antes de la Conquista. También reciben este nombre las tribus o agrupaciones de descendientes de indígenas que se nuclean en organizaciones más o menos legales destinadas a que les reconozcan derechos basados en legislaciones abolidas luego del dictado de la Constitución Nacional.

          Recuperar: 1.- Usurpar. Una "fábrica recuperada" es un establecimiento industrial que quebró -en esta concepción, en forma intencional porque a los dueños les convenía- y que fue usurpado por los antiguos trabajadores, quienes la pusieron a funcionar bajo otro modelo de distribución de la riqueza, pero conservando el mismo concepto de "riqueza" que los capitalistas explotadores. Suelen referirse, primeramente, a la actividad principal del establecimiento, y así existen "gráficas recuperadas"-las más representativas del concepto-, "textiles recuperadas", etc.
          2.- Recuperar también quiere decir "identificar a una persona que hoy es adulta como apropiada por un represor cuando era niña luego de secuestrar a sus padres y que éstos se transformaran en desaparecidos". Así, un nieto recuperado es, por ejemplo, un hombre de 35 años que lo crió una familia haciéndolo pasar por suyo, y que, gracias a la acción de las agrupaciones que tienden a recuperar personas, hoy conoce su identidad. Generalmente los hijos recuperados y nietos recuperados se enemistan con quienes los criaron.
          3.- Respecto de los abuelos, volver a tener bajo su seno y cuidado a sus nietos entregados a otros por las fuerzas que actuaron durante la dictadura militar. Tal persona está esperando recuperar a su nieta María Clara.

          Rescatar: Ordenar, limpiar. Tengo que rescatar el departamento porque si el papá de Franco cuando lo venga a buscar ve todo lo que tengo tirado, después me van a tener que rescatar ustedes a mí.

          Roca: Julio Argentino Roca, el más grande genocida del siglo XIX. Fue presidente dos veces porque manejaba los hilos de la política vendida en ese momento a Francia y a Inglaterra, y ordenó la Conquista del Desierto, masacre final de los pueblos originarios.

          San Martín: Un emisario del poder inglés. No libertó un carajo, no hizo nada, lo único que hizo fue obligar a la gente que no le servía al sistema a matarse -por ejemplo, los pocos negros e indios que quedaban-, porque desde el discurso hegemónico (en ese momento Inglaterra), si Argentina crecía a nivel población, iba a crecer también a nivel economía tanto o más que ellos, y ellos precisamente lo que querían era todo lo contrario.
          No obstante esta apreciación, un batallón del Ejército Revolucionario del Pueblo se llamaba "José de San Martín".

          Sarmiento: Un asesino. Uno de los primeros al servicio de E.E.U.U., la prueba está en que ni siquiera se enteró de que había sido elegido presidente, porque estaba en E.E.U.U., y en vez de generar una cultura propia, se dedicó a traer docentes norteamericanos para empezar a propósito la penetración cultural.

          Tomar: Usurpar para ejercer el colectivismo. Una "fábrica tomada" es un inmueble en el que funcionaba una explotación industrial cualquiera, que un grupo de personas ocupa sin derecho legal para realizar una actividad rentable, generalmente continuar con la explotación que realizaba la fábrica pero ahora repartiendo las ganancias entre ellos, independientemente de quién sea el titular registral del lugar. A diferencia de la fábrica "recuperada", en la "fábrica tomada" también viven las familias. Las mujeres realizan trabajos del mismo tenor físico que el que hacen los hombres, con sus hijos correteando alrededor.

viernes

Pequeño Diccionario Psicobolche

          Los de la izquierda más rabiosa en Buenos Aires son un caso. Viven, igual que los ricos, un mundo de códigos que corre paralelo al mundo real, pero que entre ellos vale tanto como para los demás puede valer, por ejemplo, el semáforo o la forma de la pizza. Todo lo que no sea parte de ese mundo, si no lo consideran inexistente, lo desprecian. Ésta es toda una ontología, aunque no parezca; y aun más: es la solución de todo problema ontológico, porque ¿qué más existente que lo que todos decimos que existe, mancomunadamente y sin discusión? Sin ir más lejos, mi padre ya hace varias décadas había venido planteando el mismo estilo de resolución de ambigüedades, si bien para ello debió construir una casa antes; y así, pregonaba con cara de enojado que "Esto es de tal manera porque yo lo digo adentro de mi casa", y ya está, al que no le gusta, que se vaya.

          Uno de esos códigos es la necesidad de militancia. En algún otro lado se me ocurrió decir que militancia es lo mismo que limitancia, porque cerca el entendimiento a la focalización de un solo objeto, que debe contar a la vez con características que lo hagan todo aceptable a la visión psicobolche. Me explico con un ejemplo: la izquierda porteña jamás se sentaría a meditar sobre las enseñanzas de Jesús, porque Jesús es uno de los personajes principales de la doctrina católica, y la doctrina católica sostiene ideológicamente a la Iglesia Católica, que es, para los izquierdistas porteños, la culpable de todos los genocidios del pasado y la que, en matrimonio con las castas gobernantes, garantizó la pobreza y el avasallamiento de todos los derechos de los más necesitados, torturando, delatando al disidente, enriqueciéndose y cambiando hipócritamente su discurso cada vez que un nuevo devenir político ponía proa hacia las aspiraciones personales del carismático de turno. Otro ejemplo: el único escenario aceptable para ellos es el de la "lucha", lo que los lleva a pensar que si no hay necesidad de "lucha", entonces no hay nada. Algo parecido a la elección sartreana, claro que ellos no lo saben, y por supuesto mucho más violenta, porque en cada elección constructiva de la esencia hay violencia sobre algo o alguien, incluso sobre uno mismo (v.g., al intoxicarse). Así una vez un amigo militante me vino a visitar cuando dejé todo y me fui a un pueblito de provincia, y el tipo al segundo día ya se quería volver. Allá vivíamos bien, sin necesidad de gastar mucha plata; había una pequeña aristocracia que no rompía mucho las pelotas y el resto éramos todos más o menos pobres. No, qué hacía yo ahí. Se volvió sin entender qué carajo hacía yo ahí. Después lo entendí, mirá cómo el Che Guevara terminó en Cuba y se fue al Congo y después a Bolivia: sin "lucha" no hay realidad, también ontológicamente hablando. Ahí tenemos un verdadero límite que les impide contemplar otros panoramas.

          Como esta "lucha" es de índole natural, en tanto constituye la realidad verdadera (y la otra para ellos no existe), confunden a la naturaleza con el hábitat, con el ecosistema humano. La ciudad es sólo una construcción cultural de la que participaron otros y que ahora hay que modificar, modificando el paradigma para que todos comiencen a pensar distinto y abandonen la antinomia de arte o ultraje que como manifestación monopólica del poder proponía y sigue proponiendo la burguesía dominante. Ese cambio de paradigma los lleva a buscar o inventar nuevos perfiles de análisis o nuevos puntos de abordaje de las cosas del mundo (de ese mundo psicobolche que incluye lo psicobolche y excluye todo lo demás), y así, por ejemplo, por empezar a dar valor a algo, revalorizan lo feo. "¿Feo en qué sentido?" te preguntan, seriamente, cuando decís delante de ellos que algo es feo. Guay con decir que un africano de Ruanda o un nene cualquiera es "feo" (a mí, por ejemplo, no me gustan los recién nacidos o las tetas en punta de las embarazadas). Para ellos tienen "otra belleza", una belleza que vos, acostumbrado al modelo ideológico de belleza que te bajan desde E.E.U.U., no podés apreciar, de modo que, además, lo que te parece lindo es una afirmación de la penetración yanqui: sos un boludo que repite modelos de opresión, porque te creés que estás del lado de los que oprimen. Ojo, a mí no me importa, yo no digo que los africanos sean feos, eh. Sí te digo que si vos decís eso delante de un psicobolche, preparate para que no te den más bola nunca más o para que internamente te puteen, porque la afirmación de algo que existe fuera de su mundo ellos la ven como la negación de su mundo. Me acuerdo de una vez que pasamos en casa unos videos de música. Resulta que, de buenas a primeras, uno de estos militantes nos advierte que el video que viene está buenísimo. Yo me apresto a mirarlo con una coca cola en la mano (ellos tomaban cerveza), pero apenas empezó ya se mostraba el primer plano de un ano de toro con la cola levantada del cual, pocos segundos después, comenzaba a salir una bosta entre verde y negra. Luego de eso, una seguidilla de cagadas de vacas, ovejas y toros tomadas en primerísimo primer plano, con fondo de música medio de rock borracho dio pie para deducir que la totalidad de la película versaría sobre las deposiciones de los animales. Los pibes estaban chochos, se reían, se servían más cerveza, festejaban cada nueva cagada (¡eeeeh! ¡ueeeeeeee! gritaban, muertos de risa: les daba risa la caca). Son así, les gusta lo natural.

          En cuanto al sexo, su coherencia militante los conduce a vivirlo como los animales: la única condición para el apareo entre ellos, respecto de los heterosexuales, es que uno sea hombre y el otro mujer; si son homosexuales, la única condición es que ambos pertenezcan al mismo sexo. La seducción que se ejercen tiene mucho de perro: no dicen "me sedujo", dicen "se me acercó". Después se ladran, se separan, "se acercan" a otros, vuelven, hacen algo parecido a olerse los genitales y se vuelven a aparear y después se ladran, se van y se vuelven a oler y a aparear y así. Toda otra forma de urbanidad en las relaciones entre personas es, para ellos, también hipocresía.

          Prefieren la percusión conectada con la tierra a cualquier obra de Bach, quizás porque Bach escribía para la Iglesia y para Dios. Dicen que la percusión es música.

           Todo esto no es más que formas de manifestación de uno de los errores más grandes que comete la psicobolchada de Buenos Aires, que consiste en confundir el significado con el significante, y en atribuir valor simbólico total sólo por la detentación de una cualidad. Ejemplo: el color amarillo en sí no significa nada, pero como actualmente el partido más derechista de la ciudad adopta el amarillo como signo de identificación, entonces entienden que todo aquel que porte algo amarillo representa de algún modo (aun sin querer) a la derecha vernácula: ojo entonces con, por ejemplo, conseguirte una toalla amarilla o sábanas amarillas o polleras o remeras amarillas. Remeras amarillas sí que no toleraría la psicobolchada argentina. El amarillo es para ellos la derecha. Otro ejemplo: yo estoy en contra del aborto; mi amigo psicobolche, cuando se lo decía, enardecía. Entonces le preguntaba por qué se ponía tan mal por algo que era simplemente una idea, y ahí nomás me contestaba que una agrupación nazi que hay en la ciudad y también la Iglesia Católica tienen esa postura. Yo le replicaba que había algunas ideas de Hitler que no estaban mal, aunque nos doliera aceptarlo: por ejemplo, la idea general de que Alemania progresara; lo que estaba mal era que progresara matando judíos y disidentes. ¿Entonces está mal apoyar el progreso, solamente porque Hitler apoyaba el progreso? ¿Todo aquel que apoye en general el progreso es un nazi? ¿Y todo aquel que siembre y coseche trigo sonriendo es stalinista, porque Stalin te mandaba a sembrar y cosechar trigo y a sonreír mientras tanto? Es el típico error, como te dije, de tomar el significado por el significante (ojo, lo mismo hace la clase media cuando dice que todo lo que es rojo es comunista o que la avenida Carabobo al fondo de Flores es Corea porque todos los negocios que hay ahí son coreanos; de hecho a esa altura, Carabobo se llama "Corea"). El argumento psicobolche hacía agua por todos lados, entonces mi amigo prendía un cigarrillo (todos fuman) y se quedaba callado, pensando que yo era un pelotudo.


          Eso los conduce, como dije, a saber algo de algunas cosas, pero a ignorar todo sobre casi todo, y a sentirse orgullosos de que esa ignorancia no los emparenta con lo burgués. Ayer, por ejemplo, uno no sabía qué cosa es un wedding planner (una forrada de venido a más que para mí también es una boludez, pero yo sí sé lo que es, por lo menos). Cuando se lo expliqué, no concebía que pudiera existir. ¿Para qué lo quieren? No lo entendía, se trataba de un concepto de la extrazona. Eso es consecuencia de lo que su única óptica les permite ver. A diferencia de los oligarcas de derecha, que todo lo conocen, y cuando desprecian lo hacen sabiendo lo que están despreciando, luego de una informada hipótesis de costo-beneficio a la luz de principios surgidos de sus estudios universitarios y de posgrado, los psicobolches prefieren ignorar lo que no pase por su filtro. Por eso están llenos de preconceptos, aunque se quejan de los preconceptos de los burgueses, para los cuales un mestizo es un esclavo, un judío es un ladrón y un zurdo es un tirabombas. Sin embargo, para los bolcheviques de Buenos Aires un abogado es desde el vamos un hijo de puta (después vemos), la gorda Carrió es otra hija de puta (en especial porque es católica), la escuela pública primaria es mejor que Harvard, la calle enseña más que la Universidad de Columbia (de donde salen todos los que cagan gente en el mundo), los pobres tienen razón, los ricos son otros hijos de puta, las mujeres con guita son boludas, si no podés viajar a Cuba tenés que irte sí o sí a dedo, en vagón turista o en coche culocama a Jujuy y pasarte de noche a Bolivia sin plata al menos una vez en la vida y tomar vino del pico con jujeños de la calle y coquear a la vista de todos, y si vos tenés guita por algo bancátelá, porque lo que vale es el trabajo y no la plata.


          Aunque también adolecen de cierta "discriminación positiva" que los coloca en un espacio de tan escasa vocación de verdad que garantiza que jamás serán escuchados seriamente. Por ejemplo, para ellos una prostituta es una trabajadora y tendría que tener obra social; si un tipo te para a las 3 de la mañana y te hace el entre para afanarte diciéndote que le des 10 pesos para comer, ellos te contestan cuando se lo contás que quién te dijo que te iba a afanar y que por qué no le compraste nada para comer, hijo de puta; una tipa que en un arranque de calentura e irresponsabilidad se embarazó de uno que está casado y tuvo el hijo sin recurrir al aborto es una mina con unos ovarios de la puta madre (porque igualan excesivamente los géneros, y para ellos la locución "tener ovarios" es equiparable simbólicamente a "tener huevos"); los chicos con Síndrome de Down adquieren para ellos más conocimiento que los chicos de escuelas bilingües, que no saben más que forradas de chetito; los que se casan son hipócritas porque encuentran natural que los seres humanos se apareen unos con otros como mandato lógico de la vida; los docentes (no dicen "maestros") son primero trabajadores y después todo lo que vos quieras, de modo que pueden y deben plantarse y enseñar a los chicos que cobran poco y que los ayuden en la "lucha", y así siguiendo.


          No frecuentan los barrios de clase alta, ni siquiera les gusta la arquitectura ni la construcción estética de los negocios de esos barrios. Creen que la clase alta es en el fondo muy boluda, que se visten así porque son "chetitos tarados" que buscan el ridículo y que todo lo que tienen lo tienen porque se lo regalaron o porque a alguien cagaron. Ellos, sin embargo usan pantalones tipo tela de cortina que consiguieron "de onda" de algún lado, y se van fijando si no hay nada tirado por ahí que sirva, o sea que también lo consiguen sin mayor esfuerzo, claro que para ellos la basura de la calle es el desprecio del burgués por las cosas que están fuera de la oferta actual, y a su vez una manifestación de su afán desmedido de consumo y de la inculcación efectiva por parte del capital internacional de un modelo fetichista de la mercadería.

          Comen todos juntos y desdeñan algunas normas de buena educación, que es en el fondo educación burguesa. Por ejemplo, sólo utilizan servilletas para limpiar algo que se volcó, pero no durante el acto de comer: no se limpian la boca antes de beber; y más aun: en los psicobolches de menores recursos, la cantidad de vasos siempre es menor que la cantidad de comensales, y todos los usan sin limpiarse antes la boca Eso también tiene que ver con la conexión con la tierra. Además, hablan con la boca llena y la comida cerca de la garganta; se ríen mostrando la comida. Su bebida favorita es la cerveza: les gusta comer con cerveza o con vino. A la cerveza le dicen "birra" y al vino, si es bueno, le dicen "vinito". Si tienen sed no toman agua, sino cerveza, y rara vez gaseosas. No se lavan las manos antes de comer, en especial los hombres. Eructan a cualquier edad, delante de cualquiera; las mujeres también eructan.

          Desdeñan también la educación universitaria, que es para ellos el producto de un saber determinado por las condiciones de producción. Desdeñan asimismo la ortografía.

          En esta concepción, Estados Unidos es peor que la Alemania nazi; de hecho, decir "yanqui" es tan peyorativo como decir "nazi" o "fascista". Decir norteamericano es lo mismo que decir "nazi". Hay una gran confusión en todo esto, no lo tienen claro; sí redondean todo para abajo, que es el método que utilizan para dotar pseudo-científicamente a las cosas de significado doctrinario.


          Toda esta inconsistencia con la verdadera naturaleza humana, que es de por sí civilizadora; toda esta palmaria ignorancia de casi todo el saber construido durante 6.000 años de invención de la escritura, con fundamento en que sólo la percepción es lo que vale, más que la experiencia científica; todo este ímpetu de gónada revestido de cópula y de energía de movimiento hacia; toda esta desorientación que les genera la única escasa biblioteca que, giratoria sobre sí misma, los rige como un helicóptero sin cola; todo este desdén por la duda creadora y todo este espíritu desatado sobre el playón de lo ya creado, que sólo tiende a cambiar lo que hay como un fin autorreferente y a luchar en orden a las menos de diez ideas que cultivan, todas encendidas de misticismo pero desprovistas de efectividad funcional, todo esto los lleva a pelearse entre ellos igual que en la naturaleza que admiran se pelean los machos por la hembra encelada, y así ninguna "organización" que no cuente con un apoyo financiero más o menos sostenido logra perpetuarse en el tiempo, y mucho menos logra sembrar más semillas que aquellas a las que se aficionan sus seguidores cuando bajan todas las persianas, entre birras, vinitos y canciones de loas a cualquier revolución tercermundista. Los integrantes de las "fábricas recuperadas", por ejemplo, se pelean todo el tiempo, y en la mayoría de los casos la fábrica termina yéndose a la miércoles.


En la próxima les paso el diccionario, promesa.

domingo

Una vez que me putearon y tuvieron razón

          ¿Viste esos que dicen “acnédota”? A mí me caen como el summum de la ignorancia, y me predisponen mal para subir la escalera empinada de la tolerancia, herramienta pesada de la que hay que armarse para seguir como interlocutor válido una narración insoportable, que todas las veces intenta patentizar que los sub-valores cultivados por quien la cuenta son en realidad valores. O sea, encima de que con su historia de cuarta mal armada pretenden validar su existencia -que de otro modo pasaría solamente como lo que es- hay que escucharlos. Bueno, esta forma de empezar el artículo (mezcla de emisión radial de Catita, libre asociación mediocre y ama de casa de clase media), viene al caso de una anécdota que no tiene nada de gloriosa, de la que fui protagonista, culpable, digno de reproche y cuya condena viviré para siempre.

          Resulta que iba yo vestido de saco y corbata un día de mucho calor en Buenos Aires. En Buenos Aires el calor es una mierda densa, volumétrica, abarcativa. Ese día hacía mucho calor; aunque las radios pregonaran que todos estaban pasando una jornada ideal –porque les encanta el florecimiento de la danza de la reproducción, y además porque viene a cuento de adormecerlos sugiriéndoles idealidades para que no se amarguen-, lo cierto es que yo transpiraba a baldazos. Tengo un marcado exceso de peso; soy un tipo sin cintura: poco a poco el cinturón me iba acomodando el pantalón cada vez más por debajo del ombligo –que se disparaba hacia delante mostrando una caverna horrible en el abdomen embolsado- y, en consonancia, la entrepierna del pantalón también se iba alejando de la ingle, de modo que, al caminar, yo rozaba mis piernas excedidas muslo con muslo, patinando en el roce por acción de la transpiración. Llevaba abotonada al cuello una camisa igual de áspera que el pantalón, cuya única parte seca era la situada debajo de la nuca; esa circunstancia provocaba que, a la sensación de rudeza mojada de los lienzos, se sumaran algunos punzones allí donde comienza la espalda, además del acogotamiento que ya venía sintiendo por haberme puesto una camisa comprada antes de subir de peso. Era la época en que ya iba descubriendo que era capaz de aumentar cinco kilos en un mes y diez en un mes y medio. Ahora la velocidad de engorde ha aumentado, pero por alguna razón –quizás haber superado los 40 años- me importa menos.

          El caso es que venía caminando por Rivadavia, intentando trabajar de abogado. Nunca manejé los códigos de comportamiento de los abogados. Un día voy a hablar de eso; por ahora baste decir que me había puesto el traje al divino botón, para hacer uno de esos trámites de dos horas que jamás coronaron en el cobro de nada, tratando de arreglar despelotes de la porquería, que en aquel momento se reducían a pavadas de la vida cotidiana, a conflictos de dos pesos, a enojos oligofrénicos entre hermanos, a merdadas de cobro de alquiler, a supuestas grandes verdades que objetivamente apreciadas no superan el nivel Campanelli. Pero hacía un calor...

          En el bolsillo tenía 104 pesos y ochenta centavos. Un billete de 100, dos azules de dos pesos, una moneda de cincuenta, una de veinticinco y una de cinco centavos. El billete de 100 me lo había ganado trabajando de otra cosa; lo llevaba para “tener resto” ante cualquier eventualidad abogadil, de esas de comprarse una lapicera, pagar “un sellado”, esas taradeces de las cuales yo no sabía nada. La corbata me quemaba la nuez de Adán y la epidermis del cuello se amontonaba alrededor de la papada, empujada por el anillo de tortura que le imponía el último botón de la camisa.

          Entonces vi, por Rivadavia, una heladería con un cartel que decía: “1/4 kgs: 4”, con el cuatro enorme. Al principio me chocó la falta de ortografía, tan habitual entre los comerciantes de cualquier ramo. O sea, si es 1/4 de kilo, es un cuarto de un solo kilo, así que poner “1/4 kgs”, con ese, mostraba a las claras –como siempre se muestra en esta ciudad inundada de más de lo mismo- que el que había mandado a escribir ese cartel roñoso podría saber mucho de comercio, pero desdeñaba la ortografía; y si desdeñaba la ortografía, entonces bien podía morirse, porque estoy convencido de que somos lo que escribimos. También algún día te lo voy a explicar mejor, pero te voy adelantando que básicamente es así porque el lenguaje refleja la realidad, y si vos escribís mal, mostrás a las claras lo que la realidad es para vos: una maravilla de extraordinaria complejidad asesinada por tu tendencia desidiosa de simplificar o deformar todo. Una cosa es creación y otra muy distinta lo poco que puede salir como producto de un hombre común que interpreta.

          Pero no me quiero desviar. Ya dispuesto a gastarme los ochenta centavos en el colectivo de vuelta, me entusiasmé con la idea de clavarme yo solo un cuarto kilo de helado del gusto que yo quisiera, contemplando el muy hermosísimo edificio del Congreso, arquitectura que ya nunca más. Así que entré y con los dos billetes de dos pesos me compré el helado, que vino en un pote de medio kilo porque al tipo se le habían acabado los de un cuarto.

          La heladería tenía ¡mesitas! en la calle, unas cosas de plástico con sillas también de plástico, pero qué bueno era en aquel momento sentarse en la vereda de la sombra, en una calle con árboles, frente al Congreso de la Nación, viendo a toda la porquería haciendo cola, a la porquería comprando pavadas que de alguna manera entraban en su plan de conveniencia, a la porquería más joven besuqueándose, a los policías y empleados públicos pensando en el franco o en la licencia. Lo único que molestaba era el ruido, pero me remediaba pensando que eso ya es parte inmodificable de la estructura de este lugar maldecido por los querandíes, así que, salvando los acelerones, las frenadas, las bocinas y la multiplicación de todo ello por su ejecución conjunta por parte de colectivos y taxis, me senté a una mesa, desabroché el último botón de la camisa, me bajé la corbata y empecé a tomar el cuarto kilo de helado en pote enorme de medio kilo -porque no le quedaban de un cuarto- y con una cucharita de plástico de las de tomarse un vasito chico –porque tampoco le quedaban cucharas más grandes- a la sombra y entre el trajín de la porquería.

          El helado era de medio pelo, pero lo fundamental era que estaba frío. Después de los primeros cien gramos ya era todo gula, y creo que eso se me notaba en la cara. Algunos que pasaban me miraban. Pensarían: “Mirá ese cerdo tomándose medio kilo de helado. Mirá qué ridícula le queda la cucharita, mirá, mirá cómo transpira: toma helado y transpira, es un cerdo”. Pero nunca me enteraré. Como soy un tipo que se hace problemas, pasé los primeros minutos de ese esplendor especulando con tristeza quién me daría cambio de 100 pesos. Los comerciantes de Buenos Aires son una especial clase de porquería que pide todo el tiempo billetes más chicos para dar cambio, los exige como un código mafioso de transacción, se enojan si pagás con un billete grande, se enojan también si pagás con billetes muy chicos, mientras pagás despliegan su fascismo, no hay casi palabras para describir la poca virtud del pequeño comerciante porteño.

          Así pensando, fijando la vista en las molduras y ornamentos de edificios que nunca más se construirán, sorprendiéndome con los pocos pájaros de los asombrosos árboles del Congreso, sintiéndome ajeno a la historia construida por todos los demás -aunque, pasado el helado, esa historia sería mi condena-, así de plácido estaba cuando, de pronto, se me acercó, proveniente de alguno de esos arrabales a los que te acercan esos colectivos raros que pasan por las principales estaciones, una mujer espantosa, con un niño feísimo arropado en cosas de lana de diversos colores. La escena no habría causado más espanto que el neurótico mío de base, si no hubiera sido por la cara de la mujer, que a su clara deformidad –un cachete le pesaba más que el otro, y por eso un ojo se le venía también más abajo y más grande, y la frente se le transformaba en un paralelogramo propiamente dicho- a ese rostro de tren fantasma sumaba un rictus natural de enojo igual de genético e irreversible, a la par que le asignaba una carga de apremio capaz de imponerte cualquier conducta.

          El monstruo, me di cuenta de inmediato, acusaba faltantes de piezas dentales ordinarias, que se manifestaban en la especie de agujeros invadidos patológicamente por hinchazones de encías y por el juego diabólico de la lengua, pasada de carnosa y que experimentaba cierta lateralidad al hablar, seguramente impulsada por alguna mala conexión de células nerviosas involuntarias. Mientras imaginaba saltones de saliva portadora de virus sobre el helado, y entre los desvaríos inorgánicos del bebé que acarreaba, me espetó:

          -No tenés cincuenta centavo.

          Yo te juro que no tenía. Ni siquiera me molesté en buscar: me quedaba solamente un billete de 100 pesos, y ochenta centavos justo para el viaje. Si por caritativo se los daba y me volvía en taxi, el chofer me asesinaba, se iba a pensar que en realidad le pagaba con 100 pesos para no pagarle, porque los taxistas –de los cuales algún día voy a hablar- son la peor porquería que hay. No tenía, pero estaba en un día infernal tomando helado sentado como un chancho burgués, gordo de comer de más, vestido de saco y corbata en la vereda de la sombra tomándome un helado enorme –para la mina yo me estaba bajando un pote de medio kilo-, frente a una infeliz a la que le servían cincuenta centavos, que venía colgando un hijo tan endemoniado y desgraciado como ella, despidiendo olores de pobreza extrema, con cuerdas greñosas en vez de cabellos, la máscara enojada y rota de la cara echando juramentos estériles al que se la hizo, purgando en una ciudad de antesala del infierno pecados cometidos en el suburbio de los que sólo tenía culpa el sistema, al cual yo, en su imperfecta visión, representaba en ese acto. Qué le iba a decir, que si le daba las monedas me quedaba con 100 pesos que no me iba a cambiar ningún taxista...

          -No –le dije con alguna sequedad, y volví inmediatamente a mirar hacia el fondo del pote, como un gerente que considera que el problema de Benavídez se solucionó echándolo y pasa en seguida a otra cosa, con la foto de la nena de quince en el escritorio. No sé por qué me salió así. Quizás porque tenía la lengua congelada. “No”, le dije, y entonces ella me contestó, aupando al nene feo y después de dos segundos de mirarme despreciativamente con alguno de esos ojos asimétricos:

          -Qué hijo de puta que sos.

          Y se fue.

          Yo acuso todos los golpes que me dan: si alguien me quiere ganar en alguna cosa, me gana siempre. Cuando trabajé en una oficina, creo que ya conté que había una zorra que me despreciaba y, desde su ignorancia, me hacía pagar por causas que se le ocurrían a ella, solamente lanzando rumores. Todas las veces que algún boludo quiso chantarme cuatro supuestas verdades, sin ningún prurito me las gritó en la cara y se fue orondo y satisfecho, pensando “ahí tiene este pelotudo...”. No hubo un solo tiro que yo pudiera hacer lo mismo: planeé venganzas que no se concretaban porque cuando encaraba a los que me ofendían, éstos me salían con algún martes 13 que me dejaba boquiabierto, más tarado que antes. Por el contrario, yo siempre me terminé comportando como ellos esperaban. Así que aquella vez me quedé con el pote gigantesco en la mano y la mirada perdida, el porte de pequeño propietario fofo acomodando con determinación de oficinista privilegiado el culo legítimo y roñoso en la silla del bar, ahí está, que se lo tome todo, qué hijo de puta que sos.

          Sin embargo, cada vez que pienso en esa anécdota, de la cual la mujer de cara deformada no tendrá ya ningún recuerdo –quizás la deformidad fuese un signo de alguna de esas enfermedades incurables que llevan al portador a morir antes de la vejez, y entonces el monstruo tal vez ya esté muerto-, cada ocasión que se me viene a la memoria ese encuentro fugaz y tan espantosamente verdadero, pienso que aquella fue la única vez que me putearon teniendo razón. Las demás han sido todas mariconadas de cagatintas, a salvo las de mi viejo, que eran vociferaciones de psicópata, pero esa historia ya la conté.

miércoles

La necesidad es tirana y tiene cara de súplica

          Hoy es el cumpleaños de mi abuela. Cumple 90 años.

          Hoy se reúnen todos en alguna casa, probablemente la casa de mi tía, la que dice que soy tóxico. En este punto, le doy la razón: hace unos meses, en estas páginas, escribí que era "una hueca que se casó con un despachante de aduana". La verdad es que estuve muy adolescente. Pero me encontraba solo de toda soledad, sin que a mi familia le interese un pito de mí y muy rencoroso por sus abusos, habiendo vendido mi casa e instaládome a 500 km de donde fui infeliz, bajo amenaza de otra sombra de infelicidad, con el recuerdo de mi madre que, junto con mi padre, recorrió el mundo (su último viaje fue a China), pero no le dieron las bolas para tomarse aunque sea ella sola el Plusmar de cien pesos para venir a ver cómo estaba. Así son las esposas de los psicópatas.

          Así que a mi tía tengo para decirle: tía, te entiendo y me entiendo.

          Otro tío, meses antes, me había dicho por teléfono: "Bueno, Pietro, espero que estés bien. No te voy a visitar porque no tenés casa, ja ja". Pensar que lo había llamado en un arranque de nostalgia. Por supuesto que no lo llamé más. Entre paréntesis, ese tío me debe un sueldo de cuando trabajé para una empresa fraudulenta (no en la forma, sino en la intención de sus directores, uno de los cuales era él), empresa que había montado con un socio que después lo estafó junto a otras veinte mil personas: se trataba de una sociedad anónima de ¡medicina prepaga! (mi tío no terminó el secundario y se desempeñó toda su vida como mecánico de autos, mechando durante cuarenta años esa actividad con cuanto negocio delictivo se le cruzase, entre ellos el contrabando, la falsificación ideológica y de rúbrica de cheques y pagarés, la simulación fraudulenta y la defraudación a las compañías de seguros). Resulta entonces que quizás no tenga casa por meterme en esas andanzas -llevado seguramente por mi codicia- de las que resulté yo también perjudicado. ¡Mirá si me faltara justo ese sueldo para comprarme la casa! La culpa la tendrías vos, tío, que comés asado todos los días porque la plata la conseguís mitad laburando y mitad delinquiendo, y a veces -vos lo sabés mejor que yo- alguna de esas mitades termina siendo más grande que la otra, y así también quebrás la ley matemática; pero claro, la rata que no tiene un mango soy yo.

          El asunto es que hoy se reúnen, con cara de felicidad todos, a celebrar el cumpleaños de la verdadera pionera. Mi abuela tiene más huevos que la suma de todos ellos juntos. Es la única persona frente a la cual la psicopatía de mi padre dobla su cerviz orgullosa. A los 23 ó 24 años abandonó su provincia de la infancia y se vino a la gran ciudad, sin nada (miento, con dos hijos), y domó a bastonazos a todos: hijos, maestras, directoras, autoridades, vecinos, comerciantes, a todos. En el cincuenta y seis se llevó a su casa para alimentar y educarlo al hijo de una hermana que había muerto cuando dio a luz: el padre vivía en la villa y nunca más se ocupó del niño, que murió de tristeza cuarenta años después. En los años setenta evitó que desaparecieran a mi tío el delincuente, que, ausente de todo límite, puteó borracho o drogado tipo tres de la mañana a unos policías que venían en Falcon. El método fue gritarles en plena calle, como si fueran perros. Quince años antes, se había ido a Córdoba a decirles a los militares de la escuela de aviación que trataran bien a mi otro tío, el segundo hijo, porque le había mandado una carta diciéndole que estaba mal; y los militares del sesenta lo empezaron a tratar bien, e incluso le dejaron verlo aunque el tipo estaba en el calabozo. En los ochenta se perdió en el aeropuerto de Houston, y cagó a pedos a un policía que no le sabía explicar nada en castellano ("escúcheme, esto es un aeropuerto, tiene que haber alguien que hable español... lléveme con alguien que entienda, hágame el favor. ¡Y cómo quiere que no me pierda con la cantidad de escaleras que hay acá!"). Cuando venía a casa a visitarnos, dos o tres amigas la rastreaban y la llamaban, aun pasados los ochenta años. Su padre le dejó un trauma irreversible, una seguidilla de actos autoritarios que intentaron sin éxito anular su ímpetu, recuerdos de cuando no la dejó estudiar más del sexto grado, de cuando golpeaba a sus hermanos para hacerles entender no sé qué cosa, de cuando no se le podía elevar la voz más del susurro, de cuando a propósito le hacía pasar con la mano bosta de caballo a los pisos del rancho de provincia, siendo el tipo más o menos pudiente. Mi abuela prefírió la pobreza, prefirió alimentar a sus hijos con cascarilla y biznaga, antes que continuar sometiéndose al tirano, aunque después tiranizó a todos los demás, quizás como compensación racional a su odisea de los años veinte y treinta. De familia judía, se casó con un goy. Su padre se opuso; ella se plantó contra la puerta de la habitación en la que discutían y le tiró en la cara "Matame, pero yo me caso y me voy con él", y al primer hijo, o sea a mi padre, le puso el nombre de su amado. Ahora se usa poner a los hijos nombres de moda, tipo Jeremías o Matías o Nicolás o Micaela o Felipe o Agustina, nombres en serie que "están bien" porque todos los boludos de oficina les ponen así a los hijos para sentirse parte; mi abuela le puso el nombre de la persona que amaba: no dudes de que si mi abuelo se hubiera llamado Rigoberto o Rocatagliatta, mi viejo en este momento se estaría llamando ponele "Rocatagliatta Alberto" o algo así, y a joderse mi viejo, que tendría otra razón para sufrir racionalmente, como sólo lo hacen los psicópatas.

          No sé cuánto más disfrutaré de saber que está viva. Su madre -que debió casarse con el tirano, quien se la compró a principios de siglo en un campo de por ahí- murió a los 106 años; espero que ella viva todavía muchos más.

En tanto, mi pobreza espiritual va encaminada solamente a pensar que hoy en la reunión de mí no se va a hablar -como si ni siquiera fuese un recuerdo-, o bien se va a hablar mal. Todos desenvolverán su hipocresía, excepto mi abuela, la que vale más que la suma de todos ellos, la que se sentirá profundamente defraudada por mi silencio y mi denuncia injuriosa hacia la familia que ella formó a pesar del dictador de su padre y de la pobreza que les deparó a todos; la que, noventa años después del parto de su madre comprada -con la que ella se solidarizó explícitamente, valientemente, toda la vida- debe resistir que un boludo de cuarenta y pico como yo aparentemente le mezquine cariño. Pero sabés que no es así, abuela.

          Yo sé que hoy vas a decir cosas como "Delante de mí no hablen mal de Pietro, eh", y todos se van a callar porque en el fondo son unos cagones: te tienen respeto, pero también te tienen miedo. No van a saber qué hacer cuando te mueras. Bastante bien los sacaste, pudieron haber sido delincuentes todos, no solamente el más chico, si no hubieras criado gallinas en el fondo para venderlas ni hubieras limpiado casas de familia ni te hubieras puesto a coser noches y noches para sacar un mango. Y siempre comprometida con lo que pensabas: si había que cagar a pedos, entonces a cagar a pedos; si había que tener una foto de Perón aunque sea escondida, entonces a ponerla detrás de la puerta del aparador. Ninguno de los tuyos salió así: me alegra, porque todo lo que se fastidian cuando me escuchan habla de ellos. La prueba más contundente de esa madera terciada la da mi viejo, que se buscó para casarse a una autómata que hace lo que él le dice, porque es incapaz de tus rebeliones, a pesar de que, desde el discurso, haga alarde de que nadie le pisa el poncho.

          Así que, aun desde la clandestinidad y toda la estupidez que me toca como parte esencial, desde aquí levanto mi copa, abuela, augurando alguna vez volverte a ver, para que vuelvas a decirme a los ojos que soy uno de tus nietos preferidos y que ese solo mensaje a los demás, mi viejo incluido, les retuerza toda la compleja estructura de susceptibilidades y súplicas de la que yo no tuve necesidad para entender tu amor.