jueves

¡Mirá vos, Tolstoi!

          A la mayoría de la porquería auto-degradada le dicen Tolstoi y no sabe qué cosa es. A alguna minoría incierta, que es capaz todavía de discernir entre el "qué" y el "quién", le suena con mucha vaguedad que es un escritor ruso que se murió. Yo no conozco a nadie que alguna vez me haya dicho "¿Leíste a Tolstoi?" o que me haya recomendado alguna obra de este autor, o que en alguna conversación haya intercalado la palabra "Tolstoi". En general he tenido mucha mala suerte y nadie leyó lo mismo que yo; en realidad mis relaciones dejan para mí el rol del tipo que lee: ellos se dedican a otra cosa. Todos ganan más que yo, por ejemplo, que vez a vez sufro períodos en los que no gano nada, y siempre gano menos que el que hace menos, y eso me da tanta, tanta bronca.

          En fin, el otro día cobré unos pocos pesos y, por creer en algo, se me figuró la costumbre de que si cada vez que cobro algo me compro un libro aunque sea de los de ocasión, me va a ir bien y voy a seguir cobrando regularmente... Ilusión de la que, como todas, me voy a desengañar no bien el mundo me vuelva a mostrar la verdadera historia de las cosas, como lo hace todos los días, salvo cuando duermo y, si no tengo pesadillas, soy feliz hasta las lágrimas diseñando un universo onírico inofensivo para mí.

          Entonces agarré y me compré un libro que se llama Sonata a Kreutzer, de León Tolstoi; un pequeño libro que elegí porque salía nada más que 12 pesos. El argumento gira alrededor de un hombre celoso que termina matando a su mujer, pero eso no es lo importante. El protagonista, que se llama Pozdnyshev, se la pasa despotricando contra el matrimonio y contra las relaciones carnales en general.

          Al principio pensé que el tesón del Pozdnyshev éste por prenderle velas a la abstención sexual se trataba de una treta del autor para arquetipizar a un personaje (si existe la palabra), habida cuenta de que el relato es relativamente breve y la consecuencia del asesinato es más que lógica, dados el ritmo y las circunstancias.

          Pero en la muy berreta edición que compré -una ignota editorial argentina que se llama "Letras Universales"- se incluía un Comentario que expresa el verdadero sentir de Tolstoi, las razones que lo llevaron a escribir esa historia aparentemente inocua de tan trillada. Con ese sentir, mal que pese a los que accedan a estas líneas, me identifiqué casi plenamente, a pesar de que el hombre lleva cien años muerto. Y digo "casi" (qué giro vulgar usar esta locución, más que las malas palabras... " y digo 'casi' ", qué forrada), digo "casi" porque yo no creo en Dios y el hombre intenta explicar la trama de "Sonata..." en base a la doctrina cristiana.

          Desde ya tengo que aclarar que a mí la doctrina cristiana, sacando la parte mitológica y el asunto de la existencia de Dios, me parece fabulosa y muy necesaria al Hombre, universalmente hablando. Decime lo que quieras, pero es así. Nadie enseña a amar al enemigo -algún día voy a hablar de la profundidad que importa ese mandato imposible-, nadie. Nadie enseñó a amar al prójimo como a uno mismo -máxima que presupone la necesaria presencia de un Otro igual a uno-. Nadie propuso al amor como la base de la convivencia -sí, me vas a decir "los hippies", y yo te voy a mandar a la mierda-.

          Quiero dejar para que me lapiden los siguientes párrafos transcriptos como reconocimiento a ese hombre superior que no conocí -el Sr. Tolstoi-, y como periscopio que vislumbra la esperanza de que las cosas cambien. Yo sé que no van a estar de acuerdo, pero más me interesa hoy verterles las cosas con las que estoy YO de acuerdo, y que no me digan que critico sin contrapropuesta -el que me acusa de ese modo, no me ha leído-.

          Los reproduciré con algunos pequeños cambios que sólo tenderán a mantener la hilación y la coherencia. Pueden consultar el original pagando los 12 pesos en la librería Losada de Corrientes. Ahí van; me cubro el rostro para que vuestras piedras no me hagan daño:


          "He recibido y recibo aún muchas cartas de personas desconocidas que me piden que explique con palabras claras y sencillas lo que pienso del tema de la Sonata de Kreutzer. En primer lugar, he querido decir que en nuestro mundo existe la convicción de que las relaciones sexuales son necesarias para la salud y que son naturales, y, por tanto, deben ser estimuladas. He querido hacer comprender que eso no está bien. Es inconcebible que para preservar la salud de unos se sacrifiquen los cuerpos y las almas de otros, lo mismo que no es posible que unos beban la sangre de otros para mantenerse sanos.

          Es preciso, pues, que cambie el concepto sobre el amor sexual. Debe comprenderse que es un estado de bestialidad degradante. Debido a la idea falsa que tiene nuestra sociedad del amor sexual, el nacimiento de los hijos ha perdido su verdadero sentido. En lugar de ser la finalidad y la justificación de las relaciones conyugales, se ha convertido en un obstáculo para continuar los agradables retozos amorosos. De esto resulta que se propaga el empleo de los medios que privan a la mujer de la posibilidad de tener hijos, y se implanta una costumbe que no ha existido jamás ni existe en las familias patriarcales de nuestros campesinos: la continuación de las relaciones conyugales durante el embarazo y la crianza. Opino que esto también es un mal. No se debe recurrir a los medios que evitan la concepción porque liberan de la preocupación de los hijos -lo único que justifica el amor sexual- y porque este acto es el que más se acerca a una cosa contraria a la conciencia humana: el asesinato. No está bien seguir las relaciones sexuales durante el embarazo y la lactancia porque agotan las fuerzas físicas, y, sobre todo, las fuerzas morales de la mujer. Se trata de comprender que la continencia, que constituye una convicción sine qua non de la dignidad del soltero, es aún más indispensable en el matrimonio.

          "La unión con una mujer en el matrimonio fuera de éste es una meta indigna de un hombre. Es tan indigna como aspirar a cebarse con una alimentación refinada y abundante, cosa que algunos consideran como el bien supremo.

          "Se cree que si los hombres llegasen a alcanzar el ideal de una castidad completa, la raza humana desaparecería, y que, por tanto no sería un ideal. Pero los que hablan así confunden, voluntaria o involuntariamente, dos cosas distintas: el precepto y el ideal. La idea de que la raza humana dejaría de existir si los hombres aspirasen a la castidad se parece a la que afirma (cosa que se ha hecho) que la Humanidad desaparecería si, en lugar de luchar por la existencia, los hombres dedicasen todos sus esfuerzos a amar todo lo que vive, incluso a sus enemigos.
          "Estos juicios se deben a que la gente ignora la diferencia entre dos conceptos morales. Lo mismo que existen dos medios de enseñar a un viajero el camino que debe tomar, hay también dos posibilidades de reglamentación moral para un hombre que busca la verdad. El primero consiste en enseñar al viajero los objetos que ha de encontrar en el camino, y entonces se guía por ellos. El segundo es indicar en una brújula, que el viajero lleva consigo, la dirección invariable que debe seguir, lo que permitiría ver el camino y sus desviaciones. El primero de estos conceptos está reglamentado por imposiciones externas: el hombre recibe órdenes bien definidas referentes a los actos que debe o no realizar. El segundo de estos conceptos estriba en indicar al hombre la perfección que no alcanzará jamás, pero hacia la que se siente atraído. Se le muestra un ideal y él juzga su grado de alejamiento frente a ese ideal.

          "La comprobación del cumplimiento de los mandamientos externos de las doctrinas religiosas está en la concordancia de nuestros actos con los preceptos de dichas doctrinas, y esa concordancia es posible. La comprobación de que se llevan a cabo las enseñanzas morales reside en la conciencia que se tiene del grado de alejamiento respecto de la perfección (no vemos el acercamiento, sino sólo el grado de distancia). En un hombre que practica las enseñanzas morales, el hecho de haber alcanzado cierto grado de perfección suscita la necesidad de aspirar al grado superior, y así hasta el infinito.

          "El ideal moral estriba en el amor al prójimo; el ideal del amor carnal, en servir al propio yo: por tanto, está en contradicción con servir al prójimo.
          "En este sentido, la castidad no es una regla ni un precepto, sino un ideal, o, más bien, una de las condiciones de un ideal. Así, pues, su realización no es posible más que en idea. Si se pudiera imaginar siquiera su realización, dejaría de ser un ideal.

          "Por lo general, se razona del modo siguiente: 'El ideal moral y el ideal de la castidad son inaccesibles, y por esta causa no pueden guiarnos en la existencia. Es posible soñar con esos ideales y hablar de ellos, pero como son incompatibles con las exigencias de la vida, hay que abandonarlos'. Es injuso pensar que el ideal de la perfección en el infinito no puede servirnos de guía y que debemos abandonarlo o rebajarlo al nivel de nuestra flaqueza. Ese razonamiento es parecido al de un navegante que, al no poder seguir la dirección indicada por la brújula, la arrojase por la borda diciendo que no le sirve para nada. Esto equivaldría a poner la aguja en la dirección que sigue el barco, sustituyendo de este modo lo que debe ser por lo que es, es decir, rebajando el ideal al nivel de la flaqueza de uno.

          "Todo hombre tiene siempre posibilidad de acercarse al ideal; no existe situación alguna en que pueda decirse que ha alcanzado la perfección y le sea imposible mejorarse. Lo mismo ocurre con la aspiración al ideal moral, en general, y a la castidad, en particular.

          "¿Cómo deben vivir un joven casto y una muchacha pura? Aspirarán siempre a una mayor pureza en sus pensamientos y deseos.
          "¿Cómo han de vivir el joven o la muchacha que han cedido a la tentación, que están obsesionados por un amor sin objeto o por el amor hacia una persona determinada y han perdido, en parte, la posibilidad de servir al ideal moral y a sus semejantes? Deberán evitar caer más bajo, y aspirar a una mayor pureza.
          "¿Qué deben hacer los que no han tenido fuerzas para luchar contra la tentación y han caído? No verán en su caída un placer legítimo.

          " 'El hombre es débil, es preciso fijarle una meta que pueda alcanzarla fácilmente', se suele decir. Es lo mismo que si dijéramos: 'Mi mano es débil, no puede trazar una línea recta: para que le sea más fácil hacerla tomaré como modelo una línea curva o una quebrada' ".


          Y bueno, señores, pienso así. Comparen estas palabras con la pseudo-filosofía que los rodea y díganme después qué propuesta es superior y cuál es inferior. Léanle esto a alguien y anoten en un papelito muy chiquitito primero quién aguanta hasta el final; y segundo, quién no se les caga de risa en la cara, sobre todo si ustedes llegaran a pensar de verdad -que no creo- que todo esto está bien.

          Yo predico en el desierto y a esta altura ya me banco cualquier cosa, incluso quedarme solo para siempre, como parece que va a pasar tarde o temprano.