sábado

Miseria de mí mismo

          Hoy me siento igual de minusválido que hace más de veinte años, cuando usaba chombas espantosas de hilo de segunda, con motivos que se desgajaban desde el primer lavado, y tenía consciencia de mi pene y de mi imposibilidad de seducción la mayor parte de las horas. Apenas había empezado la carrera universitaria que me depositaría en el barril de los inservibles: hoy me repugna pensar qué es lo que le conviene a mi cliente, y mucho más verme negociando como un fenicio espurio grandezas relativas y pequeñeces objetivas de la vida de cuarto be.
          Entiendo que el todo que me fue esquivo haya derivado en mi miseria actual, que aun encuentra correlato físico en mis podredumbres que se ven.
          Las chombas de la calle Avellaneda, que me impulsaban el abdomen y me cercenaban todas las potencias, ahora me dan miedo porque lo que diagnosticaban era cierto. De esta oración para arriba, léase como una anotación pelotudísima de red social.