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Pequeño Diccionario Psicobolche

          Los de la izquierda más rabiosa en Buenos Aires son un caso. Viven, igual que los ricos, un mundo de códigos que corre paralelo al mundo real, pero que entre ellos vale tanto como para los demás puede valer, por ejemplo, el semáforo o la forma de la pizza. Todo lo que no sea parte de ese mundo, si no lo consideran inexistente, lo desprecian. Ésta es toda una ontología, aunque no parezca; y aun más: es la solución de todo problema ontológico, porque ¿qué más existente que lo que todos decimos que existe, mancomunadamente y sin discusión? Sin ir más lejos, mi padre ya hace varias décadas había venido planteando el mismo estilo de resolución de ambigüedades, si bien para ello debió construir una casa antes; y así, pregonaba con cara de enojado que "Esto es de tal manera porque yo lo digo adentro de mi casa", y ya está, al que no le gusta, que se vaya.

          Uno de esos códigos es la necesidad de militancia. En algún otro lado se me ocurrió decir que militancia es lo mismo que limitancia, porque cerca el entendimiento a la focalización de un solo objeto, que debe contar a la vez con características que lo hagan todo aceptable a la visión psicobolche. Me explico con un ejemplo: la izquierda porteña jamás se sentaría a meditar sobre las enseñanzas de Jesús, porque Jesús es uno de los personajes principales de la doctrina católica, y la doctrina católica sostiene ideológicamente a la Iglesia Católica, que es, para los izquierdistas porteños, la culpable de todos los genocidios del pasado y la que, en matrimonio con las castas gobernantes, garantizó la pobreza y el avasallamiento de todos los derechos de los más necesitados, torturando, delatando al disidente, enriqueciéndose y cambiando hipócritamente su discurso cada vez que un nuevo devenir político ponía proa hacia las aspiraciones personales del carismático de turno. Otro ejemplo: el único escenario aceptable para ellos es el de la "lucha", lo que los lleva a pensar que si no hay necesidad de "lucha", entonces no hay nada. Algo parecido a la elección sartreana, claro que ellos no lo saben, y por supuesto mucho más violenta, porque en cada elección constructiva de la esencia hay violencia sobre algo o alguien, incluso sobre uno mismo (v.g., al intoxicarse). Así una vez un amigo militante me vino a visitar cuando dejé todo y me fui a un pueblito de provincia, y el tipo al segundo día ya se quería volver. Allá vivíamos bien, sin necesidad de gastar mucha plata; había una pequeña aristocracia que no rompía mucho las pelotas y el resto éramos todos más o menos pobres. No, qué hacía yo ahí. Se volvió sin entender qué carajo hacía yo ahí. Después lo entendí, mirá cómo el Che Guevara terminó en Cuba y se fue al Congo y después a Bolivia: sin "lucha" no hay realidad, también ontológicamente hablando. Ahí tenemos un verdadero límite que les impide contemplar otros panoramas.

          Como esta "lucha" es de índole natural, en tanto constituye la realidad verdadera (y la otra para ellos no existe), confunden a la naturaleza con el hábitat, con el ecosistema humano. La ciudad es sólo una construcción cultural de la que participaron otros y que ahora hay que modificar, modificando el paradigma para que todos comiencen a pensar distinto y abandonen la antinomia de arte o ultraje que como manifestación monopólica del poder proponía y sigue proponiendo la burguesía dominante. Ese cambio de paradigma los lleva a buscar o inventar nuevos perfiles de análisis o nuevos puntos de abordaje de las cosas del mundo (de ese mundo psicobolche que incluye lo psicobolche y excluye todo lo demás), y así, por ejemplo, por empezar a dar valor a algo, revalorizan lo feo. "¿Feo en qué sentido?" te preguntan, seriamente, cuando decís delante de ellos que algo es feo. Guay con decir que un africano de Ruanda o un nene cualquiera es "feo" (a mí, por ejemplo, no me gustan los recién nacidos o las tetas en punta de las embarazadas). Para ellos tienen "otra belleza", una belleza que vos, acostumbrado al modelo ideológico de belleza que te bajan desde E.E.U.U., no podés apreciar, de modo que, además, lo que te parece lindo es una afirmación de la penetración yanqui: sos un boludo que repite modelos de opresión, porque te creés que estás del lado de los que oprimen. Ojo, a mí no me importa, yo no digo que los africanos sean feos, eh. Sí te digo que si vos decís eso delante de un psicobolche, preparate para que no te den más bola nunca más o para que internamente te puteen, porque la afirmación de algo que existe fuera de su mundo ellos la ven como la negación de su mundo. Me acuerdo de una vez que pasamos en casa unos videos de música. Resulta que, de buenas a primeras, uno de estos militantes nos advierte que el video que viene está buenísimo. Yo me apresto a mirarlo con una coca cola en la mano (ellos tomaban cerveza), pero apenas empezó ya se mostraba el primer plano de un ano de toro con la cola levantada del cual, pocos segundos después, comenzaba a salir una bosta entre verde y negra. Luego de eso, una seguidilla de cagadas de vacas, ovejas y toros tomadas en primerísimo primer plano, con fondo de música medio de rock borracho dio pie para deducir que la totalidad de la película versaría sobre las deposiciones de los animales. Los pibes estaban chochos, se reían, se servían más cerveza, festejaban cada nueva cagada (¡eeeeh! ¡ueeeeeeee! gritaban, muertos de risa: les daba risa la caca). Son así, les gusta lo natural.

          En cuanto al sexo, su coherencia militante los conduce a vivirlo como los animales: la única condición para el apareo entre ellos, respecto de los heterosexuales, es que uno sea hombre y el otro mujer; si son homosexuales, la única condición es que ambos pertenezcan al mismo sexo. La seducción que se ejercen tiene mucho de perro: no dicen "me sedujo", dicen "se me acercó". Después se ladran, se separan, "se acercan" a otros, vuelven, hacen algo parecido a olerse los genitales y se vuelven a aparear y después se ladran, se van y se vuelven a oler y a aparear y así. Toda otra forma de urbanidad en las relaciones entre personas es, para ellos, también hipocresía.

          Prefieren la percusión conectada con la tierra a cualquier obra de Bach, quizás porque Bach escribía para la Iglesia y para Dios. Dicen que la percusión es música.

           Todo esto no es más que formas de manifestación de uno de los errores más grandes que comete la psicobolchada de Buenos Aires, que consiste en confundir el significado con el significante, y en atribuir valor simbólico total sólo por la detentación de una cualidad. Ejemplo: el color amarillo en sí no significa nada, pero como actualmente el partido más derechista de la ciudad adopta el amarillo como signo de identificación, entonces entienden que todo aquel que porte algo amarillo representa de algún modo (aun sin querer) a la derecha vernácula: ojo entonces con, por ejemplo, conseguirte una toalla amarilla o sábanas amarillas o polleras o remeras amarillas. Remeras amarillas sí que no toleraría la psicobolchada argentina. El amarillo es para ellos la derecha. Otro ejemplo: yo estoy en contra del aborto; mi amigo psicobolche, cuando se lo decía, enardecía. Entonces le preguntaba por qué se ponía tan mal por algo que era simplemente una idea, y ahí nomás me contestaba que una agrupación nazi que hay en la ciudad y también la Iglesia Católica tienen esa postura. Yo le replicaba que había algunas ideas de Hitler que no estaban mal, aunque nos doliera aceptarlo: por ejemplo, la idea general de que Alemania progresara; lo que estaba mal era que progresara matando judíos y disidentes. ¿Entonces está mal apoyar el progreso, solamente porque Hitler apoyaba el progreso? ¿Todo aquel que apoye en general el progreso es un nazi? ¿Y todo aquel que siembre y coseche trigo sonriendo es stalinista, porque Stalin te mandaba a sembrar y cosechar trigo y a sonreír mientras tanto? Es el típico error, como te dije, de tomar el significado por el significante (ojo, lo mismo hace la clase media cuando dice que todo lo que es rojo es comunista o que la avenida Carabobo al fondo de Flores es Corea porque todos los negocios que hay ahí son coreanos; de hecho a esa altura, Carabobo se llama "Corea"). El argumento psicobolche hacía agua por todos lados, entonces mi amigo prendía un cigarrillo (todos fuman) y se quedaba callado, pensando que yo era un pelotudo.


          Eso los conduce, como dije, a saber algo de algunas cosas, pero a ignorar todo sobre casi todo, y a sentirse orgullosos de que esa ignorancia no los emparenta con lo burgués. Ayer, por ejemplo, uno no sabía qué cosa es un wedding planner (una forrada de venido a más que para mí también es una boludez, pero yo sí sé lo que es, por lo menos). Cuando se lo expliqué, no concebía que pudiera existir. ¿Para qué lo quieren? No lo entendía, se trataba de un concepto de la extrazona. Eso es consecuencia de lo que su única óptica les permite ver. A diferencia de los oligarcas de derecha, que todo lo conocen, y cuando desprecian lo hacen sabiendo lo que están despreciando, luego de una informada hipótesis de costo-beneficio a la luz de principios surgidos de sus estudios universitarios y de posgrado, los psicobolches prefieren ignorar lo que no pase por su filtro. Por eso están llenos de preconceptos, aunque se quejan de los preconceptos de los burgueses, para los cuales un mestizo es un esclavo, un judío es un ladrón y un zurdo es un tirabombas. Sin embargo, para los bolcheviques de Buenos Aires un abogado es desde el vamos un hijo de puta (después vemos), la gorda Carrió es otra hija de puta (en especial porque es católica), la escuela pública primaria es mejor que Harvard, la calle enseña más que la Universidad de Columbia (de donde salen todos los que cagan gente en el mundo), los pobres tienen razón, los ricos son otros hijos de puta, las mujeres con guita son boludas, si no podés viajar a Cuba tenés que irte sí o sí a dedo, en vagón turista o en coche culocama a Jujuy y pasarte de noche a Bolivia sin plata al menos una vez en la vida y tomar vino del pico con jujeños de la calle y coquear a la vista de todos, y si vos tenés guita por algo bancátelá, porque lo que vale es el trabajo y no la plata.


          Aunque también adolecen de cierta "discriminación positiva" que los coloca en un espacio de tan escasa vocación de verdad que garantiza que jamás serán escuchados seriamente. Por ejemplo, para ellos una prostituta es una trabajadora y tendría que tener obra social; si un tipo te para a las 3 de la mañana y te hace el entre para afanarte diciéndote que le des 10 pesos para comer, ellos te contestan cuando se lo contás que quién te dijo que te iba a afanar y que por qué no le compraste nada para comer, hijo de puta; una tipa que en un arranque de calentura e irresponsabilidad se embarazó de uno que está casado y tuvo el hijo sin recurrir al aborto es una mina con unos ovarios de la puta madre (porque igualan excesivamente los géneros, y para ellos la locución "tener ovarios" es equiparable simbólicamente a "tener huevos"); los chicos con Síndrome de Down adquieren para ellos más conocimiento que los chicos de escuelas bilingües, que no saben más que forradas de chetito; los que se casan son hipócritas porque encuentran natural que los seres humanos se apareen unos con otros como mandato lógico de la vida; los docentes (no dicen "maestros") son primero trabajadores y después todo lo que vos quieras, de modo que pueden y deben plantarse y enseñar a los chicos que cobran poco y que los ayuden en la "lucha", y así siguiendo.


          No frecuentan los barrios de clase alta, ni siquiera les gusta la arquitectura ni la construcción estética de los negocios de esos barrios. Creen que la clase alta es en el fondo muy boluda, que se visten así porque son "chetitos tarados" que buscan el ridículo y que todo lo que tienen lo tienen porque se lo regalaron o porque a alguien cagaron. Ellos, sin embargo usan pantalones tipo tela de cortina que consiguieron "de onda" de algún lado, y se van fijando si no hay nada tirado por ahí que sirva, o sea que también lo consiguen sin mayor esfuerzo, claro que para ellos la basura de la calle es el desprecio del burgués por las cosas que están fuera de la oferta actual, y a su vez una manifestación de su afán desmedido de consumo y de la inculcación efectiva por parte del capital internacional de un modelo fetichista de la mercadería.

          Comen todos juntos y desdeñan algunas normas de buena educación, que es en el fondo educación burguesa. Por ejemplo, sólo utilizan servilletas para limpiar algo que se volcó, pero no durante el acto de comer: no se limpian la boca antes de beber; y más aun: en los psicobolches de menores recursos, la cantidad de vasos siempre es menor que la cantidad de comensales, y todos los usan sin limpiarse antes la boca Eso también tiene que ver con la conexión con la tierra. Además, hablan con la boca llena y la comida cerca de la garganta; se ríen mostrando la comida. Su bebida favorita es la cerveza: les gusta comer con cerveza o con vino. A la cerveza le dicen "birra" y al vino, si es bueno, le dicen "vinito". Si tienen sed no toman agua, sino cerveza, y rara vez gaseosas. No se lavan las manos antes de comer, en especial los hombres. Eructan a cualquier edad, delante de cualquiera; las mujeres también eructan.

          Desdeñan también la educación universitaria, que es para ellos el producto de un saber determinado por las condiciones de producción. Desdeñan asimismo la ortografía.

          En esta concepción, Estados Unidos es peor que la Alemania nazi; de hecho, decir "yanqui" es tan peyorativo como decir "nazi" o "fascista". Decir norteamericano es lo mismo que decir "nazi". Hay una gran confusión en todo esto, no lo tienen claro; sí redondean todo para abajo, que es el método que utilizan para dotar pseudo-científicamente a las cosas de significado doctrinario.


          Toda esta inconsistencia con la verdadera naturaleza humana, que es de por sí civilizadora; toda esta palmaria ignorancia de casi todo el saber construido durante 6.000 años de invención de la escritura, con fundamento en que sólo la percepción es lo que vale, más que la experiencia científica; todo este ímpetu de gónada revestido de cópula y de energía de movimiento hacia; toda esta desorientación que les genera la única escasa biblioteca que, giratoria sobre sí misma, los rige como un helicóptero sin cola; todo este desdén por la duda creadora y todo este espíritu desatado sobre el playón de lo ya creado, que sólo tiende a cambiar lo que hay como un fin autorreferente y a luchar en orden a las menos de diez ideas que cultivan, todas encendidas de misticismo pero desprovistas de efectividad funcional, todo esto los lleva a pelearse entre ellos igual que en la naturaleza que admiran se pelean los machos por la hembra encelada, y así ninguna "organización" que no cuente con un apoyo financiero más o menos sostenido logra perpetuarse en el tiempo, y mucho menos logra sembrar más semillas que aquellas a las que se aficionan sus seguidores cuando bajan todas las persianas, entre birras, vinitos y canciones de loas a cualquier revolución tercermundista. Los integrantes de las "fábricas recuperadas", por ejemplo, se pelean todo el tiempo, y en la mayoría de los casos la fábrica termina yéndose a la miércoles.


En la próxima les paso el diccionario, promesa.