jueves

Está bien

          Está bien, todavía tengo necesidad de decir algunas cosas. Es la tristeza, la tristeza. No es que me haga rogar, no es que diga una cosa y haga otra, no es que neuróticamente entre y salga todo el tiempo: en realidad es que no aguanto la tristeza. No aguanto, no aguanto, no aguanto, hago lo que puedo; voy siempre ingenuo a la captación de las esencias; todas las veces -toda tu mierda- la tristeza me vence. No hay por dónde, no hay para qué. No hay luz en el fondo del túnel, no hay nada, ni luz, ni aire, ni túnel, un carajo hay. Hay porquería justificándose. No pasa un solo segundo que no esté triste, rodeado de filosofía de segunda, de porquería que seriamente me dice. No hay esperanza tampoco; nadie de la porquería, que no lee nada, que mira televisión como miraría un orangután, que fantasea hecatombes tipo Alemania 1939 pero contra los negros, bueno; nadie de esa mierda sabe que en la puerta del Infierno hay un cartel que no dice "Cuidado con el Diablo" o cosas así: dice "Perded toda esperanza", que es de lo peor que te puede pasar, porque además no hay un puto tipo al que le interese esa degradación de la plenitud de tu alma, por la sola razón de que el que se jode sos vos. Ahora, si a ese pelotudo le suben diez pesos la luz, preparate para tener que escucharlo putear quince o veinte minutos, esgrimiendo lágrimas de derecho vernáculo.

          Así estoy. Plagado de mierda, de mierda, todo de mierda, toda TU mierda.

          Seguiré diciendo, demacrado por todo lo que no hay, hastiado de lo que hay, sin esperar que haya otra cosa, porque no hay otra cosa. No me pego un tiro porque soy un cagón de mierda: me da miedo de la película cagona que me proyecto llorando, imaginando el desastre de la bala destrozando el temporal y desparramando a la mierda pedazos de cerebro, las desesperaciones de la asfixia, las revueltas vomitivas del envenenamiento, terror de esos segundos que preceden a la muerte, de la consciencia de la muerte que reflota un instante antes de la muerte. Algún pelotudo va a decir que escribiendo soy un adolescente: que se vaya a la concha de su madre, a acariciar a los hijos que tuvo con la fálica de su mujer pensando que así son las cosas, universalmente hablando.

          Así que, entre tanta deposición, no puedo sino adelantar el título de mi próximo artículo, fruto de otra de mis desilusiones. Asomará a la crítica de la porquería en los próximos días y se llamará "Una experiencia anal".

          Hasta entonces.