lunes

Los chupaculos

          Basta que se reúna un puñado de personas para que surja un líder que les dome el culo a los demás. Es duro, pero es así.

          Ahí mismo comienzan las estrategias de supervivencia, que no son otra cosa que formas de administrar el miedo.

          También está la cuestión de los roles: en todos los grupos, hay uno que es funcional, otro que hace reír, un amargado, una puta, un despreocupado, un tipo al que el grupo le importa un carajo, una pendeja, una madre, un pelotudo, un inteligente, un forro con las minas, un mujeriego, uno que arregla boludeces, uno que rompe todo lo que tiene en la mano, uno que no se olvida la cabeza porque la lleva puesta y otro que lleva la contabilidad precisa de todo lo que mierda existe.

          Pero el más ruin de todos es el chupaculos. Ése, entre toda la porquería, es el más mierda que hay. Habrán visto en Expreso de Medianoche cómo un personaje le arranca la lengua con los dientes a uno que alcahueteaba y se acostaba con el gordo carcelero: así también habría que abrirles el culo a los obsecuentes.

          Yo he conocido tantos... ¿cómo puede ser que haya alguien que le lleve un mate al despacho al tipo que desprecia a tus compañeros, a aquel de cuyo arbitrio vos dejaste que dependa tu vida? ¿Cómo puede ser que, ante el menor atisbo de conversación comprometida, vos salgas con alguna boludez del tipo "perdón, yo ahora bajo a comprarme un yogurcito, ¿alguien quiere que le traiga algo?" o que te pongas a cantar una canción pelotuda, y que encima siempre haya una minita que se te ríe, la puta madre? ¿Cómo puede ser que no se rebelen, que no peguen un portazo, que no hagan valer en el único tiempo que les toca vivir la dignidad que el líder se come, la dignidad propia y la de los demás, que al líder le importa un carajo? ¿Cómo puede ser que alguien se ría de un chiste solamente por quien lo dice?

          En la Alemania nazi había judíos que ejercían poder de policía sobre sus semejantes a los que habían jurado defender en el Bar-Mitzvá, y que ahora eran horrorosamente victimizados: a estos perros jamás los quemaron. Judíos funcionales al poder tiránico, al igual que los "colaboracionistas" franceses, que apoyaban la invasión y ocupación de su propio país, hijos de puta.

          El chupaculos es una mierda porque torna verdadera la locura del desarreglado que manda. Además es un traidor, eso está claro, porque, debiendo comportarse como un hombre, se vuelve contra su propia raza y se comporta como un perro.

          Y pensándolo bien, todos ustedes son chupaculos de algo o de alguien. No largan todo a la mierda porque tienen miedo, tienen horror al vacío. Se quejan de los colectivos, de los robos, del precio de las boludeces que compran, del precio de la televisión por cable, del gobierno, de las novias de sus hijos, de sus hijos, de los impuestos, de todo; viven quejándose y no hacen un carajo. Son chupaculos del sistema y si el sistema se va a la mierda y del fondo del culo del mundo sale otra cosa que les paga las pelotudeces que quieren para vivir, se abrazan como abrojos roñosos a ese otro algo y se hacen serviles del mandamás que les toque, como esas judías que hacían de putas en los campos de concentración. Le lamen la mierda al que los domina, y después esperan el cachetazo sonriendo, con mierda en la boca. Nadie tiene los huevos de rebelarse, porque así están mejor, pagadores de expensas, a ver si son capaces de no contratar televisión por cable, a ver si son capaces de decirle al jefe que se vaya a la putísima madre que lo re mil parió. A ver si son capaces de cagar a trompadas al chupaculos del laburo, de arrinconarlo y comerle la lengua como en la película, ni siquiera eso, dejan junto a él todo lo que están haciendo, aunque se hayan comido medio lechón, y juegan al fútbol con el jefe después del asadito; incluso van al asado porque los invitó el jefe. No se comprometen más que con la pelotuda de su pareja, con el mediocre sin fin de sus hijos, con los fideos del domingo, con el veraneo en Mar del Plata, son mierda, mierda. Su máximo grito de disconformidad es la vocecita de disculpas antes de plantear una situación que todas las leyes enseñan que es justísima, pero que su jefe se las niega porque es un hijo de puta que solamente quiere la plusvalía que le puedan dejar, pero ustedes no dicen nada, se callan y a la mierda.

          Ahora viene cuando me dicen "si vos tuvieras dos hijos como yo tengo..." y todo ese excremento oral. Si yo tuviera dos hijos me daría vergüenza hacer lo que hacés vos, vergüenza de ser un obsecuente sin remedio ni final, vergüenza de mirar a esos dos hijos y que ellos se den cuenta de que con esta boquita digo "cómo amaneció hoy, ingeniero" o "¿se le ofrece un matecito? Yerba nueva, eh". Qué vergüenza, madre de Dios: eso no es ninguna supervivencia: supervivencia es matar al dinosaurio, no sobarle las bolas. El mundo para sobrevivir tuvo que pasarle por encima a Hitler, porque si hubiéramos hecho la mierda obsecuente que hacés vos hoy estaríamos hablando alemán y seríamos la décima parte de los que somos.

          Espero que esta mierda tenga al menos la dignidad que tuvieron los funcionarios de Hitler y se suiciden uno a uno cuando el jefe haya juntado tanta guita que vaya a buscarse otro mejor que se la chupe o se vaya a enloquecer la vida de su esposa a alguna mansión de por ahí, o cuando les llegue el primer recibo de la jubilación y se den mínimamente cuenta de que tanta obsecuencia no les alcanzó, ni siquiera, para pagar el ano contranatura que tuvieron que ir a hacerse a los 70 años, luego de toda una vida de sometimiento.