sábado

La belleza es una de las formas de estar solo

          Hay un punto en el que la mentira no tiene cabida, y es el momento en que estamos solos con nuestra esencia, que es lo que somos de verdad. En ese punto nos reconocemos y tomamos consciencia acerca de qué es lo que nos sobra, y de que nada nos falta porque la esencia es el ser y lo demás es apetito concupiscente, como decía Santo Tomás.

          El detonante de ese momento puede tomar la forma de una enfermedad, o de una habitación vacía que nos confluye en la inmovilidad de acto de los objetos; incluso es susceptible de generarse a partir de otras experiencias menores pero épicas, como en el extraordinario cansancio posterior al llanto. A mí me pasó una noche en la que casi me muero de neumonía. Ahí, aunque rodeados de circunstancias, estamos solos.

          Entonces se nos aparece la belleza en todo su esplendor, conectándonos con eso que somos fuera de toda farsa. Otra vez viene el útero, otra vez somos feto y es lo único que somos y seremos. El resto es mentira, aun la apariencia, para la cual la categoría de "bello" no es jamás inmanente.

          La sensación de que nos place porque toca nuestra esencia nos lleva rápidamente a pensar que la belleza es una forma de estar solo, pues, ¿con quién compartimos nuestra esencia? O sea, ¿cómo se multiplica nuestra experiencia de lo bello? ¿Exhibiendo? No, no alcanza.

          Por lo demás, no podemos incorporarla, y ésta es otra prueba de nuestra soledad; podemos decir que "nos gusta" para que el otro entienda –aunque tengamos la sensación de que es mucho más que el hecho de que “nos gusta”-; pero lo bello no se nos adhiere: no pasamos a ser bellos de sólo captar lo bello.

          Se trata, en suma, de una experiencia nada más que nuestra en sentido singular, que si querés podés universalizarla diciendo que nadie que no sea el hombre es capaz de practicarla, pero que se proyecta sobre la esencia-filo-de-hielo de nuestra constitución psíquica individual y sólo individual. Ahí no hay lugar a ningún engaño, a ninguna superficialidad, a ninguna falsedad, a ningún aplazamiento de ninguna cosa, a nada más que la desnudez hospitalaria de nuestro yo, otra vez a dos aguas en la cuba de la satisfacción y el terror, como en el amnios.

          Ergo, la belleza es una de las formas de estar solo.