jueves

Como para ir volviendo, y seguir yendo, viniendo y revolviendo

          Advirtió alguna vez mi psicóloga que todo lo relacionaba yo con el culo. Así, si debía reemplazar la letra desconocida de una canción, sustituir un apellido olvidado, ridiculizar una escena, nombrar una calle de cuyo nombre no me acordaba, hacía mención al culo, en sus diversas variantes: ojete, pertuso, upite, ocote, culete, orto. También refería reiteradamente al culo roto.
          Con el transcurrir de las sesiones, resultó que Pietro había sido abusado moralmente por su padre, con la anuencia pasiva de su mamá, un complementario perfecto que también adoptaba posturas sádicas alternantes. Simbólicamente, parece que instituí el culo como un lugar de tránsito intrusivo en permanente latencia, sobre el que penderá hasta mi muerte la amenaza de violentamiento. 
          De acuerdo con esta interpretación, la soledad me preserva de que me rompan el culo; las relaciones "con final", también; si me entero de que alguna novia permitió que algún otro en el pasado le penetrara el ano, la dejo, incapaz de asumir su defensa, pero sufro como si me lo hubiesen violado a mí; cago cada más de dos días, por no fisurarme el esfínter, pero llevo desde hace años unas hemorroides como medianos racimos de uvas que se desgarran y manchan los sanitarios y el piso cada esos más de dos días; el perineo me parece la parte más inmunda del cuerpo, porque ahí menudeaba mi padre mientras miraba, callada, mi madre; y el mecanismo de la reproducción me da tanto asco y tanta impresión que me defiendo de esa aberración a través de la ausencia permanente de deseo sexual.
          Tipos como yo, lejos de ser objeto de conmiseración, resultan víctimas potenciales de todos los hijos de puta que existen, porque las únicas relaciones que saben anudar son las que importan que, precisamente, les rompan el culo, se abusen, le extraigan lo que no se debe para beneficio del otro, que, además, exige el mismo respeto indebido que un violador.
          Y así la vida, entonces, se va construyendo como un supositorio fuera de terapia que raspa, echa sangre y además molesta a los demás, encerrados en la satisfacción de su interés y que castigan, igual que papá, cogiéndote de todas las maneras posibles y sin que les importe un carajo qué mierda te va a pasar.